Madres que son y que no fueron

La mujer no está destinada sola y únicamente a ser madre. Aquí, el repaso de la fecha que se celebra este domingo, por Emiliana Lilloy.

Emiliana Lilloy

Hoy se detiene el mundo en Argentina. Se suspenden los viajes, se cambia cualquier plan previo hecho distraídamente sin haber tenido en cuanta la fecha y nos reunimos para conmemorar el hecho fundante de la vida en la naturaleza humana: la capacidad de dar vida y acompañarla con trabajos físicos y emocionales hasta que esa vida sea viable por medios autónomos. Lo que nuestra especie ha llamado "la maternidad".

Los cultos y ritos humanos ante el nacimiento de un ser nuevo y la vida han sido variados y comienzan incluso antes de que la persona efectivamente nazca, representados hoy en encuentros, festejos, regalos, etc. Los seres humanos hemos diseñado un andamio legal que protege (y a veces no tanto) y regula a las personas en situación de gestación.

Así, hemos construido un sistema de creencias alrededor del hecho biológico de la vida que mistifica y sacraliza el proceso, e incluso lo patologiza, a los fines de su protección y control para la supervivencia de la especie, y, en el caso de las sociedades occidentales, el sostenimiento de una estructuración social, esto es, un sistema de base capitalista que se sustenta en la monogamia y la transmisión de la propiedad privada.

Y es que nadie puede dejar de reconocer que el nacimiento y el rol de cuidados en nuestra especie es quizás nuestra función fundamental, sin la cual y sin su necesaria estimulación y ponderación, la vida humana no sería posible en al planeta. Quizás el punto es plantearnos qué implicancia tiene para nosotras esta ponderación y exaltación de un rol o tarea por sí difícil de cumplir, y exaltada por virtudes casi inhumanas más aún.

Nos decimos como especie, que todas las mujeres debemos procrear para cumplir nuestro fin en la tierra, que una madre debe ser abnegada, dejar sus propios intereses para dar su vida por la persona por nacer, o incluso no tener otros más que la salud el futuro y bienestar de esa persona. Que somos las encargadas "naturales" de que ese ser sobreviva y logre sus objetivos, constituyéndonos en las cuidadoras absolutas y moralmente responsables de su educación y progreso: mamás luchonas, madre hay una sola.

La palabra "madre", el imaginario que rodea a la maternidad tanto como proceso biológico como cultural, provoca un planteo complejo y que dispara pensamientos y emociones, que por más que queramos aislarnos de él para intentar ser objetivas, nos atrapa y embaraza de arquetipos, sentimientos encontrados, recuerdos e implicancias personales: todas/os tuvimos una madre o si se quiere, persona que nos dio a luz.

La propaganda de la Anses que surgió en redes estos días y su crítica, nos da un dato sobre las implicancias que tiene para nuestras vidas este concepto. ¿Qué pasa con las mujeres que no logran esa maternidad perfecta? Con aquellas madres que no saben todo de sus hijos/as y que no tienen por qué saberlo para ser consideradas buenas madres. ¿Qué pasa con aquellas que por impedimentos de todo tipo no logran esos estándares casi de heroína ante el proceso de la vida? ¿Qué pasa con las que no fuimos madres? Acaso no podemos sentir la empatía, ternura y amor que sienten quienes si lo fueron. Quizás por no serlo, estaremos excluidas del panteón de las grandes amadoras y abnegadas de la historia, y privadas de los sentimientos más bellos y verdaderamente correspondientes a la "humanidad femenina o feminidad".


Quizás una forma de evitar los estigmas y condenas por "mala madre" o "no suficientemente madre" sea intentar quitar de romanticismo y símbolos pomposos asociados a la maternidad. El problema trae truco. Muchas mujeres que han sido madres refieren sentir una ternura inexplicable y un amor incondicional jamás sentido. Ellas mismas, más en la intimidad refieren que a veces se sienten cansadas, arrepentidas, puestas en segundo plano, con sus cuerpos abatidos y sus vidas profesionales postergadas. Mujeres que quisieron ser madres y no lograron hacerlo. Otras que nunca quisieron o que fueron decidiéndolo en el camino y reivindican la necesidad de no ser juzgadas o interpeladas por ello.

Pensar en que las mujeres queremos ser libres de elegir y llevar a cabo la maternidad con esa libertad y sin control social o del estado. Mujeres que deseemos la maternidad y no que nos encuentre a muy temprana edad vinculada a abusos o condiciones de vulnerabilidad que nos hagan creer que ese es nuestro único objetivo posible en la vida.

Así, con un lente de realidad y no de romanticismo, hoy podemos dar gracias y saludar a todas esas personas "madres" que con esfuerzo, sangre sudor y lágrimas nos dieron vida y trabajaron para acompañarnos en nuestro tránsito. Mujeres que con lo que pudieron y las herramientas con que contaron y cuentan, llevan adelante la tarea titánica de la conservación sana de la especie, las familias y la construcción de la humanidad. Tarea que ojalá sea valorada y acompañada verdaderamente por nuestras sociedades, porque la maternidad, el proceso del cuidado de la vida, es responsabilidad conjunta de todos/as.

A mi madre Gloria, mujer inigualable y guía, a quien debo lo que soy, sobre todo por su inconstante lucha por ser y hacernos felices a sus cinco hijas/os.

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