Oda a Simone de Beauvoir

Con el mundo con freno de mano, Lilloy rescata a Beauvoir:, "Una oda a su inagotable capacidad de amar, su libertad sexual y emocional, la conquista de su autonomía, su intelecto prolifero de ideas, novelas y reflexiones que construyeron cultura".

Emiliana Lilloy

Parece ser que nunca antes como ahora hemos estado tan pendientes de las comunicaciones y tan conectadas/os. Noticias sobre contagios, avances, recaídas. Las políticas que va tomando cada país, los decretos nacionales y provinciales que a cada momento van cambiando las reglas del juego, festivales on line, series de Netflix y las clases de fitness o zumba.

Entre tanta vorágine algunas personas deciden desconectarse, otras no pueden dejar de estarlo evitando la soledad o el agobio que el aislamiento obligatorio provoca. Se ha detenido el mundo y fuera de las redes la vida sucede en cámara lenta. Salimos al almacén y prestamos atención a nuevas cosas que siempre estuvieron allí pero en la celeridad de nuestras vidas no las advertíamos: la forma de algún árbol, la fachada de una casa cercana que nunca habíamos visto, la forma en que mueve las manos el cajero del almacén cuando nos cobra. También es un ser humano, tiene un barbijo puesto ¿cómo la estará pasando?

En los días eternos vienen los recuerdos, la revisión de algunos episodios de nuestras vidas buenos o malos. Quienes tienen suerte encuentran tiempo para la reflexión, y por qué no, para la nostalgia. Aparecen de repente aquellas personas que nos cambiaron la vida, con quienes nos divertimos, en las que confiamos.

Es invierno en Barcelona, corre el año 2010 y con 31 años no he cumplido con ninguno de los mandatos que corresponden a una mujer de mi época. La idea me persigue y me cuestiono por ni siquiera quererlos o desearlos. Es mi mente, mi estructura, mi crianza, la cultura en la que vivo. Ahí está, incrustada en mí tan profundamente que no puedo desidentificarme. No sé bien qué pregunta le hago a la bibliotecaria pero me lleva a una estantería en donde me encuentro con ella. Ahí está su libro, "el libro": El Segundo Sexo de Simone de Beauvoir.

Quien alguna vez se enamoró de la literatura sabe que leer un libro crea un vínculo secreto e intimo que se da entre quien escribe y quien lee. Cuando lo dejamos entrar en nuestro espacio, firmamos un pacto, se crea una complicidad, una relación sin condicionamientos exigencias ni límites, y que si funciona, nos va a unir para siempre.

Este fue el pacto con Simone. Cómo no iba a serlo si sus palabras son una oda a la libertad, a la madurez, a la conquista de la autonomía personal de cada una de nosotras. Quien escribe se muestra y al mostrase, Simone no sólo me cambio a mí, sino a miles de mujeres hasta nuestros días.

Porque es Simone quien nos dijo "No se nace mujer, se llega a serlo", para explicarnos que no había ningún destino biológico en la hembra humana. Para poner foco en que es la educación diferenciada, los juguetes, actividades y la moral hecha a conveniencia lo que nos construía y creaba ese producto social en que nos convertíamos. La mujer: ese ser que sólo se define en referencia a otro (madre, esposa, hermana), que no tiene sustancia propia y por tanto carece de sueños y objetivos que no sean contraer matrimonio, criar a sus hijos/as y mantener la casa, complaciendo siempre a ese otro para quien existe.

Fue Simone quien nos dijo que desconfiáramos de la naturaleza, no porque no fuera consciente de las obvias diferencias fisiológicas entre varones y mujeres, sino porque los argumentos esencialistas construían toda una serie de definiciones y "un deber ser" a partir de estas diferencias que nada tenían que ver con ellas. Que las diferencias biológicas no podían justificar ningún menosprecio o limitación al acceso a la libertad y a las oportunidades en la vida. Que no existía eso que llamaban sexo débil y que tampoco por ser mujer una debiera sentirse inferior en ningún aspecto.

Fue ella quien a través de sus escritos y su forma de vida nos dio el permiso a pensar que tener un útero no significa ser madre ni tener que desear o deber serlo. Que el amor es una elección y no una necesidad que nos oprime. Que a los hombres hay que amarlos no necesitarlos y que para ello es imprescindible la autonomía emocional y económica. Que el amor es un vínculo de solidaridad que nos vuelve cómplices y amigos/as sólo si es dado entre iguales. Que el placer también es patrimonio de las mujeres y que no debemos tener miedo de expresarlo y reclamarlo.

"Nelson, soy una mujer completa que te desea" (carta a Nelson Algren).

Simone cala hondo en quien la lee o conoce porque inspira con sus palabras y con su vida. La libertad y fuerza con la que expresó estas ideas en una sociedad retrógrada en donde las mujeres aún no conquistaban todos los derechos civiles, eran educadas para la domesticidad y tenían proscripto todo tipo de placer o su manifestación, la convierte en un ser único y admirable que abrió la jaula en la que muchas mujeres se encontraban. Escucharla emociona e impacta "soy la persona más importante de mi vida".

Se ha detenido el mundo. Hoy toca detenerme en ella y escribir esta oda a su fortaleza, su inagotable capacidad de amar, su libertad sexual y emocional, la conquista de su autonomía, su intelecto prolifero de ideas, novelas y reflexiones que construyeron cultura. Porque cada día le agradezco sus palabras que como a muchas de nosotras nos da una guía, una mano de donde tomarnos cuando la vida y los prejuicios aprietan. Porque sus ideas y su vida son un ejemplo y una potencia, una potencialidad o hipótesis de existencia que nos enseña que podemos y está bien lograrlo, que podemos elegir y ser dueñas de nuestra propia vida.

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