Opinión sobre el discurso: La larga carta del Presidente a un primo que vive lejos

La opinión del director de Memo sobre el mensaje del 1 de marzo del presidente Alberto Fernández.

Periodista y escritor, autor de una docena de libros de ensayo y literatura. En Twitter: @ConteGabriel

No fue un discurso importante. Ni en el tono ni en el contenido. Si es verdad que lo escribió solo, "encerrado", como lo dejaron trascender tal vez para incrementar la idea de una capacidad autónoma para esa tarea, su equipo debería reverlo. No era el momento de un balance, sobre todo porque le tocaría decir, inexorablemente, que no hay tal, porque la pandemia fue más grave que cualquier otra cosa.

En ese contexto, el esfuerzo por mostrar "cosas a pesar de" se esfuma en una enumeración de cositas que pudieron hacerse, que ni siquiera eran parte del "proyecto" propuesto a la ciudadanía en la campaña electoral, sino lo que se alcanzó a trazar en situación de emergencia.

En lo político, fue una evidente contradicción la exageración de las menciones al pasado como argumento rector del futuro junto a la mención de su presunta quimera de que haya "una sola Argentina", en un reiterado y agotado recurso publicitario de llamar a la "unidad", algo que hacen todos los gobiernos del mundo hackeados por el clima polarizado que cunde. Lo que hizo fue todo lo contrario: estimular el agrandamiento de la figura tétrica de Mauricio Macri para mostrar con candidez a su Gobierno. Pero Macri no tiene peso político y él sí: se le votó precisamente sabiendo todo sobre Macri y confiando en que revertiría aquella situación, sobre todo en materia económica.

El discurso de Alberto Fernández ante el Congreso: qué país ve el Presidente

La línea argumental y el tono de Fernández se pareció más a los discursos de su antecesor, mal que le pese, que a los de quien tenía a su lado hoy atenta a su lectura, Cristina Kirchner.

No se lo ve a Fernández disfrutando del ejercicio del cargo para el que se postuló a sabiendas de lo que significaba, como sí se la veía gozar a su Vicepresidenta cuando los 1 de marzo ocupaba la silla del medio.

El discurso se pareció más a una carta triste, larga pero necesaria, a un primo que está lejos y que sabe poco sobre lo que ocurre en el lugar en donde nació. 

Pero hay tiempo, le faltan dos discursos más. Y será el empuje de la macroeconomía o tal vez, la redefinición de un gobierno entregado a la inercia, lo que permitan aplaudirlo sin libreto, sino con sana espontaneidad.

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