Una parte de la política celebra lo que el ciudadano de a pie sufrirá

La salida del ministro de Economía no sólo tiene un efecto político, ya que la endeble economía cruje con cada movimiento. Lo peor es que con cada remezón empuja a más argentinos bajo la línea de la pobreza y los que resisten lo hacen con una calidad de vida cada vez peor.

Alberto Fernández debe ser una de las desgracias más grandes que le tocó vivir a la Argentina. No sólo por su triste gestión, sino porque su oratoria es pobre, básica y con un nivel de descaro que indigna. No pasaron tres días desde que dijo que "el problema de la Argentina es que estamos creciendo mucho" y ya se fue el ministro de Economía, porque seguramente estaba cansado del éxito.

Claramente las palabras de Fernández no pueden ser tomadas de otra forma que no sea una burla hacia la ciudadanía. Los hechos le siguen pegando cachetazos, pero él insiste en que vamos bien y todos los problemas que tenemos son culpa de otro o de algo que sucede en otro lugar del mundo.

La clase política y la militancia (que no cuestiona nada y obedece), claramente viven en una relidad paralela. A pesar de eso, uno piensa -inocentemente- que en un país donde ya apuntas a un 70% y donde el dinero pierde valor a un ritmo que lleva a miles de argentinos a caer en la pobreza mes a mes, los dirigentes estarán a la altura para darle un respiro a la población cuando ya está tirada en la lona. Lamentablemente no es así.

Claramente no les importa hacer explotar todo, y eso es lo que más queda claro con la salida de Guzmán. Lo presionaron hasta que finalmente cedió y se fue, pero con consecuencias que aún no tenemos del todo claras hasta donde llegarán, pero que sabemos que serán muy malas para el ciudadano de a pie.

La economía argentina es tan endeble que cualquier cosa genera un terremoto, pero la salida del ministro de Economía podría generar un verdadero cataclismo. Si el nombre que ponga el kirchnerismo o Alberto Fernández no genera la confianza que requieren los mercados, preparémonos para un futuro cercano muy duro.

Es que más allá de los discursos y el relato, lo cierto es que el mercado nos condiciona y el lunes veremos cómo nos toca ponerle el pecho, otra vez, a la jugarreta de la política y su impacto en nuestros bolsillos.

La palabra justa es la del analista financiero Christian Buteler, quien señala en su cuenta de Twitter: "Tranquilos, el lunes en el mercado no pasará nada que ya no haya pasado alguna vez". Tiene razón, pero eso es lo peor, que ya sabemos que el lunes nos encontraremos con las consecuencias en cada movimiento que hagamos y que sufriremos cosas que ya nos tocó vivir y que vuelven como una pesadilla.

Nos daremos cuenta del descalabro de la política en la economía cuando pasemos por los pasillos del supermercado, cuando pensemos en las vacaciones invierno -si se puede- o, los que están haciendo una obra, vayan a comprar algo al corralón y se encuentren con los nuevos precios. Hoy la Argentina genera tanta incertidumbre que -por ejemplo- un presupuesto para comprar cerámicos o porcelanatos tiene una vigencia de 24 o, en el mejor de los casos, 48 horas. 

Es que la Argentina de hoy no permite proyectar más allá de dos días y el mejor ejemplo es la renuncia de Guzmán, la cual fue generada por la misma política, y ni siquiera la opositora. Avanzan con sus caprichos y su sed de poder y controlar a pesar de las consecuencias que saben que tendrá este movimiento en la vida del ciudadano. Hablamos de esa personas que se levanta muy temprano, que vive de su salario del mundo privado, sin asistencia del Estado de ningún tipo y que siempre está ajustando gastos para llegar a fin de mes.

 Hoy una parte de la política celebra y se muestra satisfecha, pero lo cierto es que lo único que lograron es sumar más incertidumbre y esa falta de claridad siempre termina golpeando en el mismo lugar, el bolsillo de los argentinos.

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