Qué viene después de la pandemia

"El miedo nos hace permitir y dejar pasar cosas que no permitiríamos en un estado de normalidad. Las crisis, y el miedo que conlleva nos hacen ceder espacio".

Emiliana Lilloy

Hace alrededor de quince años, cuando abrir una página en internet tardaba aún unos segundos y había que tener paciencia, una amiga argumentó sobre la veracidad de sus propias palabras diciendo "pero si lo leí en internet".

Hoy ya pasado el tiempo y en el apogeo de la sociedad de la información, nadie podría cometer esta torpeza. Es más, el mundo en que vivimos nos enseña a pensar lo contrario: a dudar de cada información que recibimos, a cotejarla y comprobar su veracidad con otras fuentes. Si bien sabemos que la confianza es el valor que mueve al mundo (la confianza en EEUU hace que esos papelitos verdes tengan valor, por ejemplo) en épocas de crisis, la credibilidad y la confianza cobran un valor incalculable.

Estamos en medio de tanta teoría conspiranoide, mensajes que romantizan una situación que no sólo es mortal para algunos/as sino dificilísima para otros/as (que ni siquiera tienen los medios para subsistir) personas que se graban informando, desinformando, bromeando, tocando algún piano o cantando (quizás con el anhelo de que entre tanta confusión puedan ser "descubiertos/as") que la verdad, claridad y autenticidad son invaluables.

Grupos de vecindario, de compra y ventas dentro de algún ecosistema, de madres y padres de la escuela. Tarea en casa, políticos/as haciendo política, improvisadores/as seriales que se resisten a llamar a expertas/os, el sector privado de salud calentando con la esperanza de entrar a la cancha antes de que se termine el partido.

Cursos gratis en las universidades, grupos de meditación, desafíos propuestos por algún/a influencer. Chistes sexistas que repiten los estereotípos de la suegra malvada o pesada, de los varones sin soportar a sus familias, de mujeres limpiando y cocinando todo el día. Médicos/as, enfermeros/as, operadores/as de la salud jugándose la vida y el trabajo, pidiendo más ayuda y recursos y menos aplausos. Anuncios de contagios, de muertes, denuncias, detenidos/as. Filmaciones de hospitales atosigados de gente, con personas enchufadas a respiradores, sufriendo. Presidente! Cierre las fronteras! Aísle a la gente! Mátelos si es necesario.... Viva la cuarentena!

No estábamos preparadas/os, no podíamos estarlo. Quien cree en dios reza y algunas personas hablan de guías espirituales, predicciones antiguas o castigos divinos a las "abortistas". Hasta se habla de médicos/as del cielo que pueden curarnos. ¿Tendrán algo que ver en todo esto los/as extraterrestres ?

En este caos y confusión pocas son las voces de la calma, las voces que logran salir de la jaula, del encierro, de los egos, la ansiedad y la torpeza. Voces como las de Juval Noah Harari que nos dice que después de esta pandemia el mundo no será el mismo. Que se disputa aquí cómo organizaremos nuestra vida, relaciones y la economía mundial. Nos alerta sobre dos maneras de afrontar esta crisis, esto es, la vigilancia totalitaria o empoderamiento de la ciudadanía. Depende de nosotros/as. El aislamiento nacionalista o la solidaridad global. Depende de nosotros/as.

Pero también nos trae una idea madre que todas/os conocemos: el miedo nos hace permitir y dejar pasar cosas que no permitiríamos en un estado de normalidad. Las crisis, y el miedo que conlleva nos hacen ceder espacio. ¿A quien? No sabemos exactamente a quien, pero es verdad.

Retomo entonces con esta idea madre, la línea de cada domingo. Esto de hablar para y por las mujeres. Y lo hago citando a otra voz autorizada, clara y certera, aunque ella ya no está: "No olvidéis jamás que bastará una crisis política, económica o religiosa para que los derechos de las mujeres vuelvan a ser cuestionados. Estos derechos nunca se dan por adquiridos, debéis permanecer vigilantes toda vuestra vida" Simone de Beauvoir.



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