Sobre amanuenses, escribidores y escritores

Vale decir que no hay una diferenciación clara entre ambas actividades, que tanto un escribidor como o un escritor podrían ser considerados artesanos o profesionales.

Eduardo Da Viá

Estas tres profesiones u oficios según el caso, tienen como común denominador el arte de escribir, palabra cuya etimología, un tanto compleja, sería la siguiente:

Para los pueblos indoeuropeos que se extendieron por Europa y parte de Asia hace unos 4.000 años, la raíz sker- se vinculaba con significados afines a las ideas de ‘cortar', ‘separar' y también ‘rascar'. En el norte de Europa surgió la palabra que terminó en el scar ‘cicatriz' del inglés de hoy, mientras que en Roma se derivó hacia cicatrix, -icis, de donde nos viene cicatriz.

Cuando estos pueblos adquirieron la escritura, en algunas variantes indoeuropeas se derivó otra más reciente, skrïbh-, que, dio lugar a ‘marcar sobre una corteza, rascar, bosquejar'. En latín se formó scribere, inicialmente ‘marcar sobre una corteza' y luego ‘bosquejar', hasta que estos significados cedieron paso a ‘escribir'. Cicerón, Horacio y Ovidio ya empleaban scribere con un significado muy semejante 'escribir', pero sin que se hubiera perdido totalmente la denotación de ‘marcar'. En efecto, Quintiliano, ya a fines del siglo I d. C. usaba scribere stigmata fugitivo para expresar ‘marcar con hierro a un esclavo fugitivo'.

La escritura es, pues, etimológicamente, una cicatriz que dejamos sobre el papel.

Dicho esto, conviene también aclarar qué se entiende por profesión y por oficio; un oficio o una profesión es aquella actividad que requiere algún grado de conocimiento especializado sobre algún área y se ejerce a cambio de una remuneración económica. La diferencia entre ambos términos suele radicar en el tipo de trabajo que se realiza. Un oficio casi siempre está relacionado con las actividades manuales como el oficio de artesano o el de panadero. Por otro lado, una profesión se refiere a aquellas actividades que se realizan en una oficina, consultorio o laboratorio. Sin embargo, la diferencia más importante radica en el nivel de preparación académica que cada uno requiere. Para un oficio, no es necesario contar con un título universitario, basta con contar con la experiencia necesaria que se adquiere con la práctica. Por el contrario, una profesión requiere casi obligatoriamente contar con un título universitario que avale los conocimientos de la persona.

Vale decir que no hay una diferenciación clara entre ambas actividades, que tanto un escribidor como o un escritor podrían ser considerados artesanos o profesionales.

Más allá de las diferencias etimológicas, lo cierto es que ambos se dedican fundamentalmente a escribir, sin que pareciera importar mucho las diferencias que los distinguen si es que las hay. En mi opinión sí las hay y serán motivo de este ensayo.

Falta la pertinente referencia al escriba o amanuense, así llamado por escribir a mano, oficio de muy antigua data y que remonta a varios miles de año atrás. Su trabajo consistía en escribir al dictado emitido por alguna autoridad que, o no sabía escribir o simplemente no deseaba hacerlo. Tal el caso de los famosos escribas egipcios que dibujaban jeroglíficos sobre pergaminos como soporte y utilizando cálamo y tinta; o los sumerios que lo hacían sobre tablillas de arcilla húmeda y con escritura cuneiforme. Tanto en un caso como en el otro, no eran necesariamente lo que hoy llamamos alfabetos, puesto que bastaba con saber que a tal sonido le correspondía tal dibujo.

Probablemente algunos eran capaces de leer signo por signo pero fallaban en la comprensión del texto, tal como lamentablemente ocurre en un significativo número de estudiantes secundarios argentinos hoy.

Existen numerosas esculturas egipcias que representan a estos imprescindibles esclavos de los faraones, muchos de ellos analfabetos.

He aquí una de las más conocidas:

La obra ha sido datada como realizada en 2500 o 2600 a.C y perteneciente a la IV dinastía.

Algo digno de destacar en esta actividad, es que no era privativo de los varones, dado que existen esculturas similares en las que están representadas mujeres.

Sería interesante dilucidar el por qué esta igualdad de género se perdió en el tiempo, dando lugares a tantas épicas batallas sostenidas por mujeres en búsqueda de la equidad, en una guerra que aún no termina pero que indudablemente se inclina hacia las féminas, a pesar de la férrea defensa masculina de su sempiterno dominio sobre aquellas.

Volviendo a escribidores y escritores, y ante lo ambiguo de la diferencia etimológica, estimo tengo derecho cuando no la obligación, de defender mi posición que, desde ya, marca características muy distintas para cada caso y estoy dispuesto a someterme al juicio de los especialistas, que supongo los hay en tanto y en cuanto tenemos el privilegio de contar en nuestro medio, con una muy prestigiosa Facultad de Filosofía y Letras.

Comenzando por el Escribidor, palabra que adquiriera renombre a partir de la publicación de Mario Vargas Llosa en 1977, de su famosa novela autobiográfica titulada LA TÍA TULA Y EL ESCRIBIDOR.

En realidad en la novela hay dos escribidores, uno llamado Marito o Varguita; que a sus dieciocho años comenzó a trabajar en una estación de radio, llamada Radio Panamericana, como director de informaciones. A partir de ese momento nació su interés y pasión por la escritura y la literatura.

Su trabajo consistía en realizar una recopilación de las noticias tanto de otras radios como de periódicos y medios de comunicación, para que de esa forma se emitieran diversas noticias en el trascurso del día provenientes de esas fuentes.

El otro fue un escritor de libretos para radioteatros que le aumentaban la audiencia a la Radio y por tanto se beneficiaba económicamente.

Demás está decir que en el caso de Varguita era más un copista que un escritor, así como Pedro Camacho, el hacedor de guiones, era en realidad un escribidor, ambos por la simple necesidad de aportar dinero a sus magras economías. Eran en realidad salidas laborales más que actividades vocacionales.

Yo comparo al escribidor con aquellos periodistas, muy abundantes por desgracia, que padecen de la llamada verborragia o verbosidad excesiva, y lo hacen casi a los gritos cuando se trata de medios que transmiten palabras habladas, o escritas en pasquines de poca monta donde lo que importa es llenar espacios por cuanto se cobra por centímetro cuadrado. Es horroroso comprobar la vacuidad de los artículos, lo nimio de los temas, la pobreza del vocabulario, las faltas de ortografía, los errores gramaticales y la ignorancia absoluta de la etimología de las palabras que utilizan. Muletillas y tautologías hasta el hartazgo son comida común.

Incluso en medios supuestamente prestigiosos, en especial televisivos, cuando se trata de programas de opinadores, que lo hacen como dueños de la verdad absoluta y sin la menor intención de cambiar algunos de sus pareceres al advertir que alguno de los integrantes de la mesa le demuestra que está equivocado.

Ni que decir cuando se trata de fútbol, ocasión en la que pueden hablar ininterrumpidamente, gritando y gesticulando sobre la injusticia de alguna decisión arbitral con la que no coinciden o, mutatis mutandis, a la que defienden a raja cincha, para estar acorde con el glosario de que disponen los comprometidos.

Queda claro que en mi parecer, escribidores y charlatanes son equivalentes, unos con la pluma y los otros con la oralidad.

No transmiten conceptos sino hechos vinculados a personas tanto sea para denostarlos como para ensalzarlos.

No por nada alguien dijo que quienes hablan de personas carecen de ideas, quienes lo hacen de cosas son humildes y quienes se refieren a ideas son sabios.

En cambio el Escritor, el verdadero Escritor, dista años luz del escribidor.

El escritor nace con el don y de él dependerá su vida. Puede que se manifieste en forma temprana o tardía, pero tarde o temprano ha de advertir que nació para escribir, a veces abandonando su ocupación laboral para retirarse a escribir solamente, incluso pasando de un ser social a un verdadero anacoreta.

Es que el don implica en realidad una vocación irresistible, un verdadero llamado, tal el significado de la palabra vocación que proviene del latín vocatio, -nis 'acción de llamar' según la Real Academia de Letras.

La vocación de Escritor es comparable a la de Sacerdote o Médico: no pueden hacer otra cosa que aquella para la que están predestinados.

Pero hay diferencias: el Sacerdote no necesita ser un sabio sino tener la especial sensibilidad para atender almas ajenas; el Médico también debe ser sensible, pero además debe ser versado; empero el escritor tiene que ser culto. Por eso es que por lo general son voraces lectores, bibliófilos insomnes que respetan y admiran a los grandes que le precedieron y a los que con frecuencia mencionan en sus propios escritos.

El escritor se vuelca en sus escritos, se desnuda, aún a sabiendas de que no siempre sus ideas serán bienvenidas. No copia sino que crea.

Tampoco le interesa el rédito que de su trabajo pudiera obtener.

Shakespeare, el bardo de Avon, en sus primeros años en Londres, luego de abandonar su más que humilde morada en Stratford, pasó privaciones de todo tipo durante mucho tiempo, pero seguía escribiendo. Su éxito se debió a su genialidad pero también a su constancia; claro que no podía eludir su destino de escritor.

Borges un erudito, lector empedernido y escritor inevitable y así tantos otros.

Un escritor que no lee, es como un compositor que no escucha música. Stephen King dice que, si no tienes tiempo de leer, tampoco tienes las herramientas para escribir.

El Escritor no tiene como norte producir, sino solamente escribir. Los hay que son prolíficos y están los que una obra les lleva años de cotidiano trabajo.

Corín Tellado escribió más de cuatro mil novelas románticas, ninguna digna de especial mención. Era una escribidora

Jorge Isaacs, el gran escritor colombiano escribió una sola novela: María, considerada la mejor del género romántico en Latinoamérica. Era un escritor.

Kafka y Cervantes murieron en la pobreza, eran escritores.

No desearía que malinterpretaran mis ejemplos, un buen escritor puede enriquecerse legítimamente con su obras, pero no escribe para ello e incluso puede padecer privaciones en pos de su don, en cambio el escribidor por lo general lo que procura es que sus obras sean rentables en detrimento de la calidad.

La Argentina de hoy está plagada como nunca de escribidores y charlatanes sobre todo a nivel político; para muestra voy a presentar dos botones en vez de uno:

El primero y quizás más significativo fue el famoso Tren Bala Argentino, anunciado triunfalmente y a los cuatro vientos por la entonces Presidenta de la Nación Cristina Fernández, corría el año 2008 y el engreimiento de la mandataria alcanzaba grados de delirio.

El segundo, fue el grandilocuente anuncio por parte del Presidente Alberto Fernández, de la fabricación en Argentina de una vacuna contra el coronavirus, producto de la acción conjunta y solidaria del CONYCET Y EL INSTITUTO MALBRÁN; cuando el mundo entero recién se avocaba a esa titánica tarea, con lo que hubiéramos de ser de los primeros en obtenerla. El resto de la historia de nuestra vacuna y de la vacunación sería un magnífico tema para una excelente novela negra.

Dos claros ejemplos de charlatanes y escribidores que en vez de utilizar el benéfico "hemos hecho" emplean el maléfico "haremos".

Los verdaderos Escritores y los responsables Locutores, que también tenemos para equilibrar un tanto la balanza, los criticaron oportunamente.

Sepamos pues distinguir entre amanuenses, escribidores y escritores, independientemente del soporte que usen para expresarse.

¿Hay que prohibir el uso de celulares en las aulas?