A 187 años del fusilamiento en Mendoza del "pardo" Lorenzo Barcala, primer impulsor del "MendoExit"
En la década de 1830 lideró un movimiento que tenía como objetivo la secesión de Mendoza y San Juan. Descubierto por los espías de Buenos Aires, fue pasado por las armas.
El coronel Lorenzo Barcala, héroe de la Independencia y líder del proyecto de secesión para liberar Mendoza del poder central rioplatense, fue fusilado el 1 de agosto de hace 187 años. El historiador Pablo Lacoste llegó a considerarlo en una columna publicada por Memo como "el primer mártir de la causa MendoExit". En la década de 1830 lideró un movimiento que tenía como objetivo la secesión de Mendoza y San Juan. Descubierto por los espías de Buenos Aires, fue pasado por las armas.
¿Quién fue Lorenzo Barcala?
Una investigación del Conicet dio cuenta de que no fue esclavo, tal como se había creído por décadas. De acuerdo con un trabajo de Orlando Gabriel Morales, del Instituto de Ciencias Humanas, Sociales y Ambientales (INCIHUSA - CONICET), dio cuenta de ello en los siguientes términos:
Los diccionarios biográficos indican que Lorenzo Barcala fue un esclavo mulato nacido en Mendoza en 1795, propiedad de Cristóbal Barcala, escribano del Cabildo, y que por medio de una ejemplar carrera en las armas obtuvo la libertad y el grado de coronel, la mayor jerarquía que pudo alcanzar un descendiente de africanos en la República Argentina. Pero hoy podemos decir que, pese a lo que dice la bibliografía, Barcala no fue esclavo.
Domingo Faustino Sarmiento inmortalizó al coronel Lorenzo Barcala a través de algunas menciones realizadas en dos obras publicadas en 1845: Facundo y El General Fray Félix Aldao. En esas referencias Barcala fue presentado como un esclavo redimido de esa condición por la revolución de la independencia argentina, que le dio la libertad y la posibilidad de consagrarse como abanderado de la civilización a través del servicio en las armas de la patria. En la pluma del sanjuanino, Barcala se convirtió en adalid de los soldados negros y mulatos que integraron los ejércitos patrios y, especialmente, de aquellos de la facción unitaria durante las guerras civiles.
A partir de 1845 las referencias de los historiadores a Lorenzo Barcala retomaron en general las ideas fundantes de Sarmiento. Su condición de esclavo se atribuyó a ser hijo de africanos esclavizados; y el mecanismo concreto de su acceso a la libertad se explicó con distintos argumentos. En un texto de 1878 el chileno Vicuña Mackenna atribuyó el cambio de condición jurídica de Barcala a un decreto del 14 de enero de 1815 que declaró libre a todos los esclavos de 16 a 30 años poseídos por españoles. Mientras que José Canale, en un opúsculo dedicado a Barcala en 1927, sostuvo que fue declarado liberto por el "memorable decreto del año 13, expedido por la Asamblea Constituyente"; y lo mismo repitieron Jacinto R. Yaben, en 1938, y Vicente Osvaldo Cutolo, en 1968, en diccionarios biográficos de consulta casi ineludible para cualquier semblanza actual de los militares de la independencia argentina.
Desde el Diccionario Biográfico Nacional, concebido en 1877 como un monumental "homenaje merecido a los héroes y grandes hombres que nos legaran una patria joven y gloriosas", hasta la actual edición electrónica del Diccionario Biográfico Español (Real Academia de la Historia, 2018) recogieron esas informaciones equívocas dichas por doquier desde que Barcala tuvo un lugar en la literatura histórica y en el panteón de los héroes. Incluso en otra lengua y con un enfoque africanista, la enciclopedia Africana: The Encyclopedia of the African and African-American Experience (2005), editada en la Oxford University Press, siguió la huella de todo lo dicho sin contradicciones.
Recientemente, en un artículo publicado en la revista científica Tiempo Histórico (N° 16, 2018, Santiago de Chile), de la Universidad Academia de Humanismo Cristiano, con Luis César Caballero presentamos argumentos y pruebas documentales que refutan esa idea reproducida hasta hoy por quienes refieren al "caballero negro" o "héroe negro" Barcala, con pocos matices entre sí y sin ningún contraste con fuentes documentales.
Indias, negros y San Martín: con la Patria a flor de piel
La primera confusión que se debe despejar en parte de la bibliografía que refiere a Barcala es que la Asamblea del Año XIII (1813) decretó la libertad de vientres y no la abolición de la esclavitud. La libertad de vientres implicó la liberación paulatina, bajo un régimen de tutelaje de los amos, de los hijos y las hijas de esclavas nacidos con posterioridad al decreto. La abolición completa de la esclavitud, en cambio, se estableció recién en la Constitución Nacional de 1853. Aunque parezca insólito, al menos hasta la década de 1990 algunas biografías y semblanzas sostuvieron equívocamente que Barcala, que para 1813 tenía alrededor de 15 años de edad, fue liberto por las disposiciones de la Asamblea de ese año.
Los argumentos de Vicuña Mackenna también son refutables. En efecto, la lista alojada en el Archivo General de la Provincia de Mendoza de los esclavos de propietarios españoles de la ciudad que fueron declarados libres el 14 de enero de 1815 para ser sumados a los ejércitos patrios no incluye el nombre de Lorenzo Barcala. Además, esa disposición no afectó al escribano Cristóbal Barcala, supuesto propietario de Lorenzo, puesto que estaba dirigida a los europeos sin carta de ciudadanía; y sabemos por un documento alojado en el Archivo General de la Nación que este notario obtuvo su carta de "Ciudadano Americano" en 1812, con un aval del Cabildo local atento a su "adhesión a la Santa Causa y verdadero Patriotismo".
Hay documentos históricos que indican que si Lorenzo Barcala no fue libre al nacer al menos lo habría sido desde temprana edad. Los padrones de población de la ciudad de Mendoza de 1802, 1814 y 1823/4 lo registran con esa condición. El mismo Lorenzo declaró ser libre en 1819 en el acta de su matrimonio con Petrona Videla.
Además, la esposa del escribano Cristóbal Barcala, Lorenza Videla, declaró en un testamento en 1831 que ellos habían criado al pardo Lorenzo Barcala; y, un año antes, la misma Lorenza había testado declarando a Lorenzo Barcala como único heredero de sus bienes con la condición de que cuidara de ella. Declaraciones y acciones que refuerzan la idea de que Lorenzo no fue un esclavo y que fue considerado por la familia Barcala como un "hijo de crianza".
Es probable incluso que en la sociedad mendocina contemporánea a la familia Barcala haya existido una percepción social acerca de una relación de familiaridad entre Lorenzo y Cristóbal, ajena a la relación amo-esclavo. En efecto, el fraile franciscano Benito Lamas, en un documento en el que relató sus últimas palabras como confesor de Luis Carrera, antes de su fusilamiento junto a su hermano Juan José Carrera en abril de 1818, identificó al escribano como "padre del pardo don Lorenzo Barcala, que se distinguió después en la guerra".
La historia oficial de Barcala
Inicios de su carrera militar
Siempre se dijo que era "hijo de esclavos, fue también esclavo en su niñez. Fue liberado por orden del gobernador de Cuyo, general José de San Martín, pero por causas desconocidas no se incorporó al Ejército de los Andes". La investigación antes citada, lanza la refutación de tal condición. Lo cierto, es que inició su carrera militar en 1818 como soldado del Regimiento de Pardos.
En 1820 participó en los desórdenes de la llamada Anarquía del Año XX, que tuvo uno de sus epicentros en Cuyo. Formó parte del ejército del general Bruno Morón, que combatió contra el general chileno José Miguel Carrera, y tras la muerte de Morón, luchó en la batalla de Punta del Médano a órdenes de José Albino Gutiérrez.
En 1822 era ya sargento mayor. En 1824 participó en una revolución contra el gobernador Gutiérrez; tras fracasar en el intento, huyó a San Juan. De regreso a Mendoza, secundó al coronel Juan Lavalle en la segunda revolución contra Gutiérrez, cuya victoria lo identificó definitivamente como personaje central del partido unitario local. Poco después participó, a órdenes de José Félix Aldao, en la represión de la revolución "eclesiástica" sanjuanina y la reposición en el gobierno de Salvador María del Carril.
En 1826 se unió al ejército que luchó en la Guerra del Brasil, a órdenes del coronel Ramón Bernabé Estomba. Participó en el fracasado ataque a Punta del Este y fue tomado prisionero. Estuvo varios meses en una cárcel en Río de Janeiro con la permanente amenaza de ser vendido como esclavo, hasta que recuperó la libertad en un cambio de prisioneros.
La Liga Unitaria
Se unió a la campaña del general José María Paz contra los federales del interior en 1829, y a sus órdenes peleó en la batalla de San Roque. El vencedor le encargó organizar un batallón de infantes negros, libertos: una libertad muy cara, que se pagaba con muchos años de servicio en el ejército. Fue muy querido por los negros, especialmente porque los defendía de las desprecios y atropellos de los blancos. Al frente de ese batallón peleó en las batallas de La Tablada, tras la cual fue ascendido al grado de teniente coronel, y Oncativo.
Después de esta última victoria fue ascendido a coronel, y enviado como segundo jefe del ejército de ocupación de Mendoza, que iba al mando de José Videla Castillo. Éste fue nombrado gobernador, y Barcala fue nombrado jefe de vanguardia y organizó un cuerpo de infantería, los Cazadores del Pilar. Participó en la batalla de Rodeo de Chacón como jefe de un ala de caballería contra las fuerzas de Facundo Quiroga, que los venció con relativa facilidad.
Protegió a su jefe Videla Castillo en su retirada hacia el norte, donde se unieron a las fuerzas del general Lamadrid, nuevo jefe del ejército de la Liga Unitaria. A órdenes de éste combatió en la definitiva derrota que fue la batalla de La Ciudadela, donde fue hecho prisionero. Después de la batalla, Facundo Quiroga fusiló algunos oficiales. Al recibir a Barcala le preguntó "¿Que hubiera usted hecho, coronel, si me hubiera tomado preso?", a lo que Barcala respondió sin dudar "Lo hubiera fusilado, general". Quiroga admiraba el coraje y tras indultarlo lo nombró su jefe de estado mayor.
Se retiró de las actividades militares, instalándose en San Juan, Barcala se radicó allí. No quiso volver a Mendoza, ya que Aldao había jurado matarlo; incluso intentó convencer a Quiroga de que lo hiciera fusilar.
Participó de la campaña al desierto de 1833 bajo el mando del general José Ruiz Huidobro, y combatió contra los ranqueles de Yanquetruz en el combate de Las Acollaradas.
Muerto Quiroga en 1835, sus lugartenientes comenzaron a disputarse su herencia y se produjo una serie de conflictos entre Aldao, de Mendoza, Martín Yanzón, gobernador de San Juan, y Tomás Brizuela, de La Rioja. Más independiente y poderoso que éstos, el tucumano Alejandro Heredia pronto dominó todo el noroeste. El intrigante ministro de Yanzón, Domingo de Oro intentó librarse de Aldao por medio de una conspiración que dirigió Barcala desde San Juan. La conjura fue descubierta y sus jefes mendocinos arrestados y ejecutados, entre ellos el coronel José Ignacio Correa de Saá.
Pasado el peligro, Aldao -que no era el gobernador sino el jefe del ejército- exigió la extradición de Barcala; el ministro Oro -que estaba comprometido en el asunto- decidió salvar su vida entregando a Barcala. Tras un juicio que duró un mes, Barcala fue condenado a muerte y fusilado en Mendoza el 1 de agosto de 1835.
Su hijo Celestino Barcala peleó contra los federales en la década de 1860 y fue fusilado por Felipe Varela poco antes de su derrota en la batalla de Pozo de Vargas.
Últimos años
Cuando Quiroga se retiró de las actividades militares, instalándose en San Juan, Barcala se radicó allí. No quiso volver a Mendoza, ya que Aldao había jurado matarlo; incluso intentó convencer a Quiroga de que lo hiciera fusilar.
Participó de la campaña al desierto de 1833 bajo el mando del general José Ruiz Huidobro, y combatió contra los ranqueles de Yanquetruz en el combate de Las Acollaradas.
Muerto Quiroga en 1835, sus lugartenientes comenzaron a disputarse su herencia y se produjo una serie de conflictos entre Aldao, de Mendoza, Martín Yanzón, gobernador de San Juan, y Tomás Brizuela, de La Rioja. Más independiente y poderoso que éstos, el tucumano Alejandro Heredia pronto dominó todo el noroeste. El intrigante ministro de Yanzón, Domingo de Oro intentó librarse de Aldao por medio de una conspiración que dirigió Barcala desde San Juan. La conjura fue descubierta y sus jefes mendocinos arrestados y ejecutados, entre ellos el coronel José Ignacio Correa de Saá.
Pasado el peligro, Aldao -que no era el gobernador sino el jefe del ejército- exigió la extradición de Barcala; el ministro Oro -que estaba comprometido en el asunto- decidió salvar su vida entregando a Barcala. Tras un juicio que duró un mes, Barcala fue condenado a muerte y fusilado en Mendoza el 1 de agosto de 1835.
Su hijo Celestino Barcala peleó contra los federales en la década de 1860 y fue fusilado por Felipe Varela poco antes de su derrota en la batalla de Pozo de Vargas.