San Martín, veterano de mil batallas: los últimos años de Don José

En Francia transcurrirán los últimos 20 años de San Martín. Girará por distintos destinos franceses hasta morir en Boulogne Sur Mer. Su única "foto", por insistencia de Mercedes, es un pequeño daguerrotipo de 1848 que hoy se encuentra en el Museo Histórico Nacional.

Cuando una imagen nos interpela

La imagen de Don José de San Martín que se exhibe desde hace días en el Salón de los Gobernadores de Mendoza de la Legislatura Provincial se "rebalsa" del cuadro. Impacta. Nos interpela. Es la cara de un hombre íntegro y cabal, más allá del rostro de un prócer.

La obra fue concretada y donada por el artista Ramiro Ghigliazza, y con buen criterio desde la Casa de las Leyes dispusieron que dicha obra pueda exhibirse para todo público, engalanando con tamaña referencia de José de San Martín el emblemático salón donde se muestran los retratos de los gobernadores y vicegobernadores provinciales a lo largo de su historia hasta la actualidad, considerando expresamente en el último tiempo, su elección democrática.

La obra de Ghigliazza, presentada por las máximas autoridades provinciales en conmemoración del 243 aniversario del natalicio del Libertador nos presenta un José de San Martín en su último tiempo de vida. La creatividad del artista hizo que, con una técnica digital, y sobre un daguerrotipo del prócer de 1848 (San Martín contaba en ese entonces con 70 años) emanara del cuadro una imagen "hiperrealista".

El cuadro nos interpela, reitero. Invita a pensar en la vida de un hombre ejemplar. De sus momentos trascurridos. Pero también debiera estimularnos a detenernos por un instante en la escasa revisión histórica que hemos hecho sobre el derrotero de grandes mujeres y hombres, cuando ya cursaron su tiempo de exposición esplendorosa. De la ingratitud con que muchas veces como sociedad abordamos algunos temas trascendentes. Por ejemplo: la vejez.

El desamparo. El exilio. La incomprensión. La soledad. El olvido. El desconocimiento. El abandono. Y ya no solo de nuestros ilustres; sino también del singular destino anónimo de miles de nuestros "actuales" queridos viejos.

Don José, uno de aquellos ilustres desconocidos

Generalmente circunscribimos a San Martín en su rol de exitoso militar. En circunstancias agregamos ponderables notas sobre su cualidad de estadista y su capacidad de gestión. Pero no siempre reparamos en su desempeño como hombre maduro. En el fondo ese fue un error generalizado y repetido de nuestra historiografía. Nuestros próceres nacían "ya jóvenes" y desaparecían de nuestra escena a los 35 años promedio. Parecía que nunca fueron niños o que nunca envejecieron. Y en sus biografías, sin escala, saltábamos desde su última batalla gloriosa al día de su muerte.

Viejos son los trapos

Si hay alguien que "nunca se retiró" fue San Martín. Que sepamos poco tras su expulsión de la patria por las intestinas disputas internas posteriores a la declaración de la independencia, es otra cosa. Pero su acción política y diplomática, operando constantemente en favor de la definitiva emancipación americana, no cesó nunca. Su permanente relación con los representantes de los gobiernos europeos más importantes y con los indiscutidos núcleos de poder concreto del momento así lo demuestran. Su dialogo personal, o su fluida correspondencia, con influyentes referentes del campo de la política, la cultura o la economía de América y Europa lo atestiguan. Como también el constante monitoreo de lo que sucedía en nuestra patria.

"Adiós Pampa mía"

Remedios ya había fallecido. Le habían prohibido la posibilidad de visitarla en Buenos Aires argumentando que era latente la posibilidad de que quisieran asesinarlo. Vil excusa. Un grupo unitario no toleró su apoyo hacia algunos caudillos provinciales y que desobedeciera la orden de reprimir a los federales. En realidad, no lo querían en Buenos Aires. Por ese entonces San Martín era Generalísimo del Perú, Capitán General de la República de Chile y General de las Provincias Unidas del Río de la Plata. Libertador de medio continente. Por ende: peligroso.

En 1824 partió a Francia. No era ese su destino final. Tenía 45 años. Estaba en la plenitud de sus capacidades físicas e intelectuales. Una postal más de la injusticia, crueldad y egoísmos con que en ocasiones somos tan desconsiderados entre nosotros. Partía junto a su hija, solamente con el dinero de su alquiler de su casa de Buenos Aires, dos años de pensión del Perú y unos 6.000 pesos ahorrados.

Pero para continuar su permanente "estado bajo sospecha", Francia no recibió bien a San Martín. Era un "huésped molesto". Tuvo que permanecer varios días en el barco. Fue sometido a interrogatorios prolongados y su equipaje requisado exhaustivamente. Le incautaron diarios, libros y correspondencia. Francia por ese momento estaba bajo el reinado borbónico y había pasado a integrar la Santa Alianza. Esta tenía como fin reconquistar todas regiones americanas independizadas y restablecer los absolutismos. Mientras en España, Fernando VII había retornado al trono.

Ergo, todo lo que tenía "tufo" de separatista, independentista, liberal o republicano era considerado sedicioso. Imaginemos cuando supieron que llegaba San Martín. La alarma invadió el Ministerio de Relaciones Exteriores de Francia. San Martín argumentó que su destino final era Londres. Pero las luces de alerta se habían encendido. Las cancillerías de los reinos de la Santa Alianza estaban advertidas: "Un enemigo del imperialismo" se dirige a Inglaterra.

Desde Londres se dirigió a Bruselas, y desde ahí empezará una extensa gira por distintas ciudades europeas. Siempre "haciendo campaña" por la libertad americana. Aix la Chapelle, Marsella, Lille, Toulón, Amberes, Ostende. Vuelve a Marsella y de ahí retornó a París. Es en Paris donde San Martín decidió volver al Río de la Plata tras 5 años en Europa.

Volverá a bordo del "Condesa de Chichester". Un novedoso buque a vapor (de última generación en ese tiempo). Valga una digresión: San Martín es famoso por su cruce cordillerano, pero también fue el primero que propició la incorporación de buques a vapor en la guerra naval del Pacífico, avanzando en esto muchísimo sobre todos los estrategas y los tácticos de la época.

Y lo siguiente es terreno consabido. Intentará frustradamente regresar en 1829. Nunca bajará del barco. El fusilamiento de Dorrego por Lavalle, hicieron caótica la situación en el Río de la Plata. La crisis era mucho más aguda que tras aquel primer exilio de 1824. "Jamás desenvainaré mi espada para combatir a mis paisanos", le dijo a Lavalle cuando éste le ofreció ser Gobernador de la Provincia de Buenos Aires.

Aquella imagen sigue presente en Mendoza

En Francia transcurrirán los últimos 20 años de San Martín. Girará por distintos destinos franceses hasta morir en Boulogne Sur Mer. Su única "foto", por insistencia de Mercedes, es un pequeño daguerrotipo de 1848 que hoy se encuentra en el Museo Histórico Nacional.

Sobre ese daguerrotipo se han inspirado varios autores. Un clásico es el "San Martín en Boulogne Sur Mer" de Antonio Alice. La inspiración de Alice pintó un San Martín anciano envuelto en su capa, erguido sobre una roca de las costas de Boulogne Sur Mer. Mirando a América. Con un bastón que simboliza un mástil y la capa que reflejaba la bandera.

Sobre ese daguerrotipo también se inspiró Ghigliazza, generoso artista que donó al patrimonio cultural mendocino el reciente cuadro presentado.

Desde hace unos días entonces, en las paredes de la Casa de las Leyes se muestra a San Martín. Con una mirada "viva", y rectora. Mirada que inspira respeto y exige responsabilidad. Mirada que debería convertirse en custodio de la acción dirigencial mendocina. Que demanda compromiso. Esa imagen "del viejo", es la imagen del que a pesar de la ingratitud recibida ofreció sus oficios en la Guerra contra el Brasil, que alentó a no bajar los brazos en el bloqueo anglofrancés, que anheló volver para cerrar grietas. No pudo. No lo dejaron. No quisieron. O no supieron.

"La inmortal Mendoza, donde todo se hace", escribirá San Martín en su tiempo. Era tiempos de guerra. De dolor. De desazón. Por ese entonces, no tenía víveres, ni mulas, ni sables, ni mantas, ni soldados. Pero desde Mendoza, junto a la dirigencia y el pueblo mendocino, San Martín pudo hacerlo. Ojalá su legado, aunque reflejado mínima y simbólicamente en la presencia de un cuadro, nos ayude a reflexionar.


Esta nota habla de:
¿Hay que prohibir el uso de celulares en las aulas?