Encuentros papales: Belgrano no necesitó la foto; paradojas, similitudes, sobreactuaciones y buenas lecciones

Gustavo Capone recoge las relaciones de prominentes argentinos con los papas y lo contrasta con la relación de alto nivel intelectual de Manuel Belgrano en sus debates con los jerarcas del Vaticano.

Desde que empezó la democracia hubo muchos encuentros entre presidentes argentinos y pontífices. Y si bien a lo largo de la historia nacional las relaciones entre Argentina y el Vaticano fueron habituales, y en ocasiones hasta tensas llegando a romperse, es oportuno repasar someramente solo algunas de las reuniones acaecidas desde 1983 hasta la fecha.

El otro punto del presente escrito, además de comparar los distintos momentos de la historia reciente, es contraponer el comportamiento y las lecciones de otro referencial compatriota, como Belgrano, en su vinculación con la Santa Sede

Y aunque vivió en un tiempo distinto (su vinculación con el Papa Pio VI a través de la relación directa de los asesores papales se dio a fines del siglo XVIII) y no ocupó la primera magistratura, vale la comparación histórica. Belgrano, no necesitaba la foto. Iba a estudiar y a debatir en serio.

Alfonsín y la visita de Juan Pablo II tras la guerra de Malvinas

El papa Karol Wojtyla había estado en Argentina durante 1982. Triste ese momento de nuestra historia. Final de la Guerra de Malvinas. Fue entre los días 11 y 12 de junio. Eran las postrimerías de una crónica anunciada. Concentraciones multitudinarias en Luján y Palermo ya vislumbraban el fatídico desenlace. 

Como referencia contundente en su primer mensaje al pueblo argentino, durante esa corta pero simbólica visita (viaje que nunca estuvo programada previamente y fue "empujado" por la vocación papal ante la dramática coyuntura) pronunció cuarenta veces la palabra "paz". Y como para que no quedara duda del porqué de la urgencia y naturaleza de misión sostuvo: "Permitidme que desde este momento invoque la paz de Cristo sobre todas las víctimas, de ambos bandos, del conflicto bélico entre la Argentina y Gran Bretaña; que muestre mi afectuosa cercanía a todas las familias que lloran la pérdida de algún ser querido; que solicite de los gobiernos y de la comunidad internacional medidas aptas para evitar daños mayores, sanar las heridas de la guerra y facilitar el restablecimiento de los espacios de una paz justa y duradera".

El segundo viaje de Juan Pablo II al país tuvo un matiz claramente distinto. Alfonsín era el presidente. Argentina había cambiado de humor y recuperado su democracia. En esta ocasión el viaje respondió a consignas pastorales. Se extendió del 6 al 12 de abril de 1987. Incluyó visitas a Bahía Blanca, Viedma, Córdoba, Tucumán, Salta, Corrientes, Paraná y Rosario.

Mendoza también formó parte de la gira. Permaneció en la provincia durante tres horas aproximadamente y brindó una misa para más de 250.000 fieles.

Wojtyla se reunió en ese viaje con todos. Con la oposición, con la cúpula de la CGT, campesinos, inmigrantes, enfermos, aborígenes, empleados del Mercado Central, empresarios y con los jóvenes en la III Jornada Mundial de la Juventud. Brindó 26 mensajes públicos. También recibió críticas por parte de organismos de derechos humanos al no haber sido contundente en su repudio al golpe militar de 1976.

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Hubo otro gesto de ese viaje para rememorar. En su última exposición pública en el país habló de educación. Fue en el Teatro Colón (emblema de la cultura nacional) ante referentes de la ciencia, distintos credos religiosos y la cultura. Finalizando su presentación, resaltó lo positivo de aquel sistema educativo argentino: "(...) una decisión clarividente, tomada por las autoridades desde épocas tempranas, la de empeñarse por hacer llegar la educación a todos los sectores de la población"; sostuvo ante el aplauso generalizado. Indudablemente hacía referencia, y elogiaba, la ley de educación laica, gratuita y obligatoria sancionada en 1884. Terminaba así la gira del Papa priorizando la educación.

El Papa con 'Carlo'

"Soy el presidente de la historia que más veces se vio con el Papa", se jactó sonriente Carlos Menem el 22 de noviembre de 1999, después de su entrevista con Juan Pablo II. Era la sexta vez que lo visitaba. A los pocos días dejaría el gobierno en manos de Fernando De La Rúa.

Menem cultivó una fuerte relación con el Vaticano durante sus diez años de gobierno. Hizo denodados esfuerzos por fortalecer ese vínculo al que consideró políticamente más que estratégico. En este tiempo también los medios empezaron a reflejar otra curiosidad: cuántos minutos duraba la entrevista papal como infiriendo la importancia del encuentro. Con Menem eso era muy subjetivo. Hubo encuentros, el cuarto en 1997, previo a las elecciones legislativas, que duró 13 minutos y otros que hasta compartieron (un hecho excepcional) una misa privada y que duró horas.

También Menem concurrió al entierro de Juan Pablo II (2005), ya no siendo presidente. En esa ocasión viajó en el mismo vuelo con Duhalde, otro ex presidente. Pero además Menem fue recibido junto a su familia en agosto de 2016 por el Papa Francisco en la residencia privada de Santa Marta donde la evocación a una amistad de más de 30 años siempre estuvo presente. El pragmatismo de "Menem lo hizo".

De los silbidos al mate

Siempre existió tensión entre Néstor y Jorge Mario Bergoglio, arzobispo de Buenos Aires. "Es el jefe espiritual de la oposición política", sostuvo públicamente Kirchner. Se refería a Bergoglio cuando el hoy Papa era presidente de la Conferencia Episcopal Argentina. Durante ese tiempo Bergoglio fue un tenaz criticó de muchas de las decisiones políticas del gobierno de Néstor y de Cristina.

"No puedo dejar de mencionarlo, y no quiero dejar de mencionarlo: hoy también es un día histórico", dijo la presidenta en un acto con funcionarios que acudieron al lanzamiento de un plan social. "Por primera vez en la historia de la Iglesia, en los 2000 años de historia de la Iglesia, va a haber un Papa...", continuó. En ese preciso momento, mientras Fernández de Kirchner aludía a su condición de latinoamericano (pasando por alto su nacionalidad argentina) se colaron los silbidos. La presidenta los hizo callar, pero no pudo disimular el descontento de muchos compañeros.

Al poco tiempo la situación se revirtió. En ambas partes afloró un sentimiento común. Una pertenencia común: el peronismo.

 Los encuentros entre Cristina Kirchner se multiplicaron. Fueron siete, aunque algunos de esos encuentros se dieron en Brasil, Paraguay y Cuba.

En el primer encuentro, tras la audiencia en la residencia Santa Marta, Cristina le regaló un mate al Papa. El humor y el clima entre ellos había cambiado. Las cosas estaban en orden. Cristina en ese instante le explicó a Francisco la enorme significación y simbolismo que representaba el mate para los argentinos. Bergoglio le recordó que había nacido en Flores.

"Frio, frio, como del agua de río"

Surgirá al tiempo una nueva oportunidad para las conjeturas y las especulaciones. Macri visitará a Francisco en dos oportunidades. En su primera visita el por entonces Gobernador de Mendoza, Alfredo Cornejo, será parte de la comitiva oficial, aunque no participará de la audiencia privada. Ese es un encuentro iconográfico. Duro 14 minutos. La foto de Francisco y Macri, con el gesto serio del pontífice sentenciaron el encuentro.

Belgrano rompió el molde

Es cierto que todos los caminos conducen a Roma. Es bueno también saber cómo se llega.

Retrocedo en el tiempo. Como expresamos anteriormente, pondré un viejo ejemplo histórico que relacionaron a un Papa con un compatriota.

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Manuel Belgrano fue un testigo directo de los cambios políticos y sociales en plena Revolución Francesa. Vivió intensamente el clima de ideas de la época. Era estudiante de Derecho. Pero no solo eso. Era el presidente de la Academia de Derecho Romano, Política Forense y Economía Política de la Universidad de Salamanca. Universidad que tiene más de 800 años de historia.

En exclusivo mérito a su reconocimiento académico obtuvo un permiso especial del papa Pío VI para "leer y retener todos y cualesquiera libros de autores condenados y aun herejes, de cualquier manera que estuvieran prohibidos, custodiando sin embargo que no pasen a manos de otros" (textual). 

Así pudo tomar contacto con las ideas de Rousseau, Voltaire, Montesquieu, Adam Smith y el fisiócrata Quesnay. Hasta ese momento todos "pecadores". Debatió con los máximos consejeros de Pio VI son las ideas de estos. Sus escritos fueron consulta constante de teólogos y asesores papales. Básicamente Belgrano les decía: "¿A qué tenían temor para decidir prohibirlos?".

El argumento de Belgrano fue Francisco Suarez, jesuita, 200 años antes había escrito el "Tractatus de legibus ac Deo legislatore" (1612), donde ya se encontraba la idea de pacto social y definía un nuevo concepto sobre soberanía: "el poder es dado por Dios a toda la comunidad política y no solamente a determinadas personas", con lo que esbozó el principio de la democracia.

Síntesis: Belgrano le diría hipotéticamente al Papa: "Los pecadores que censuran han estudiado de Suarez. Eso que critican, la iglesia ya lo decía dos siglos antes". Tenía razón. Eso es marcar agenda y presencia.

Conclusión

Para eso serviría ir al Vaticano. En el fondo, "lo que naturaleza no da, Salamanca no presta". Belgrano no necesitaba minutos, ni foto, ni regalos, ni que los curas sonrieran. Belgrano tenía "madera", o sea naturaleza. Y también, libros de Salamanca. Eso sigue vigente siempre cobrando mucha actualidad.


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