La pulsión por encontrarle una "personalidad" a Mendoza: ¿levantisca o sumisa?

Una insólita discusión entretuvo a la política este fin de semana: una denuncia contra el Gobernador por no adherir a un decreto de trasnoche del Presidente. Durará poco la discusión, pero demuestra varias cosas subyacentes en la dirigencia política, que no inciden en nada en que la gente viva mejor. El análisis y la opinión de Gabriel Conte.

Periodista y escritor, autor de una docena de libros de ensayo y literatura. En Twitter: @ConteGabriel

Aquella aplacada discusión en torno al "mendoexit" resurgió ahora brevemente -ya que el tema no daría para más que una columna de domingo- con la tensión generada desde el kirchnerismo contra el gobierno de Mendoza y su principal figura, el gobernador Rodolfo Suarez, por haber protagonizado lo que desde la oposición se califica como "acto sedicioso", al no adherir a un feriado decidido por un Decreto de Necesidad y Urgencia dictado por el presidente de la Nación, Alberto Fernández.

Una vez más aparecen dos posiciones más que ensayadas: la de quien se levanta contra una determinación tomada en trasnoche y de la que pocos se enteraron (vale recordar que el DNU se dictó en horas de la madrugada y vigente para ese mismo día) y la otra postura: la alineación absoluta con el mandato que surge de la centralidad porteña, su clima político y social y las necesidades políticas que rodean a los barrios que circundan la Casa Rosada.

El kirchnerismo mendocino denunció a Suarez por no acatar el feriado por el atentado contra CFK

La acusación gravísima de levantarse contra el Estado nacional parece solo exagerada, pero es algo más, en realidad: comida rápida para el demandante monstruo de la diferenciación total y "porque sí" que exige la ley no escrita de "la grieta". Acciones así, ajenas a la vida cotidiana de la gente pero de alto impacto político, alinean, disciplinan, identifican quiénes están de un lado y del otro, a la vez que entretienen y les dan un motivo de existencia a quienes creen que hacer política es eso, acusarse, buscarle quintas patas a los gatos y no solucionar problemas. Consiguen su propósito: basta repasar el sobrevalorado tuitline -al que sigue mucha menos gente de la que los políticos creen- para darse cuenta de cómo se abroquelaron los más ultras de la oposición (con un silencio llamativo de los peronistas moderados) y cómo saltaron cual leche hervida los oficialistas mendocinos.

Ambos lados pueden estar felices: dan fe de vida y de que tienen quiénes les aplaudan sus ocurrencias, todavía.

Sin embargo, no hay una cuestión de fondo en esto. Los radicales podrían pensar que los peronistas, al no poder ganar en Mendoza, intentan "escupir el asado" para que si no lo pueden comer ellos, tampoco lo coma nadie más.

Pero a su vez, la oposición trata de que le escuchen lo que tiene para decir y agrandan las cosas para llamar la atención que no consiguen por otros medios: por ejemplo, que rechazar aquel feriado fue -según ellos- una sobreactuación para mostrarse distintos al gobierno nacional, aunque además fuerzan la interpretación retorcida de algo que podría explicarse así: "Cómo no apoyaron el feriado presidencial que era para reflexionar por el intento de asesinato de Cristina Kirchner, ¿no estarán a favor del ataque?". Más que retorcido, absurdo, pero comprensible en el marco en que nadie hace aportes para el diálogo y el "amor" del que tanto se habla no existe desde ninguno de los lados ni por los brotes de la primavera.

La denuncia por sedición

Está claro que el gobierno de Mendoza quiso diferenciarse con su maniobra. A tal punto fue así, que el gobierno mendocino no tenía muy precisado el camino para rechazar el feriado nacional en forma práctica, es decir, con los plazos judiciales, el pago de salarios como día simple o doble, etc., embrollo que se trató de ir solucionando a lo largo de la jornada y que terminó con un "feriado voluntario".

También es cierto que fue una ocurrencia de trasnoche, muy "de prepo", de utilidad a los fines argumentados ciertamente nula.

Y finalmente, una medida con la que se abusó la disponibilidad de legislar que tiene el Poder Ejecutivo Nacional: los DNU son para otra cosa. 

En la acusación por "sedición" contra Suarez se juega, además, otro partido, que es más importante: el de identificar qué se pretende que sea Mendoza en el contexto de Argentina. ¿Delegación o autonomía?, ¿sumisión u opinión propia?

Por supuesto que hay un término medio posible, pero pararse en él es prestarse a los atropellos en tiempos en que la polarización, ese negocio con el que muchos políticos logran existir en puestos de decisión. Con la moderación, la negociación y el diálogo, ¿cuántos de los que gritan contra los otros a diario tendrían un salario asegurado a fin de mes y por períodos extensos de tiempo (por lo menos, cuatro años), como más nadie en el país?

Su entretenimiento de producir encono constantemente los retroalimenta y consolida. Pero no necesariamente construye en favor del conjunto ni del promedio de Mendoza, cuyo posicionamiento integral queda postergado mientras más nimiedades se discuten y ocupan el protagonismo con una centralidad que no tienen, y que solo ven -y no por visionarios, sino por conseguir provecho propio- desde cargos de representación política. El resto de la sociedad espera que Mendoza adquiera su "personalidad" con otras acciones, con otros modales. Palpable en la vida cotidana.

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