Cuando Julio Argentino Roca salvó a un amigo en Mendoza

La historiadora Luciana Sabina cuenta el caso de un prisionero que lideró la última gran revuelta de la historia argentina, en la Batalla de Santa Rosa.

Luciana Sabina

Tras ser derrotado por Nicolás Avellaneda en las elecciones presidenciales de 1872, Bartolomé Mitre se rebeló, llamando a las armas durante los últimos meses del gobierno de Sarmiento.

Buscaba evitar el acceso al poder de su contrincante, que había resultado ganador con apoyo oficialista. Mitre contó en su cruzada con parte del Ejército, ubicado en Mendoza y en otros puntos estratégicos del país. La situación sólo le dio dolores de cabeza y los revolucionarios fueron abatidos por comple­to en menos de tres meses.

La batalla decisiva se produjo el 26 de noviembre de dicho año en una estancia llamada La Verde, ubicada en el partido de 25 de Mayo (Buenos Aires). En aquella oportunidad el abuelo de Jorge Luis Borges -que apoyaba a Mitre, pero se negó a hacerlo desde el comienzo por lealtad a Sarmiento- se suicidó precipitándose contra la línea enemiga de tiradores.

Tras ser derrotado, Mitre formuló una propuesta de paz para Avellaneda. Esta se concretó en Junín, en diciembre de 1874. El ex presidente asumió toda la responsabilidad de la revolución y obtuvo garantías de vida para los oficiales, solda­dos y amnistía para los civiles que habían sido parte.

Una vez aprobado por el primer mandatario, los jefes militares fueron encarcelados y sometidos a juicio. Algunos terminaron en el cuartel de Retiro, otros en las cárceles de Mercedes y de Luján. En esta última se alojó a don Bartolo durante cuatro meses hasta que fue trasladado a Retiro.

En nuestra provincia la revuelta se guió bajo la figura del General Arredondo, quien fue vencido por Roca en la Segunda Batalla de San Rosa, el día 7 de diciembre.


Es interesante señalar que se trató de la últi­ma contienda civil de envergadura en nuestra historia.

Los vencidos en Mendoza no entraron en el convenio de Junín, aprobado por el presidente dos días antes. Cabe destacar que para juzgar a todos se formaron dos consejos de guerra, uno en Mendoza y otro en Buenos Aires. Hubo quejas: pedían quedar bajo la justicia federal dado que el movimiento revolucionario persiguió fines políticos.

Mitre encargó su defensa a un adolescente de quince años -Santiago T. Stoppani- al que conoció en el cuartel de Retiro y le agradó. Claro que el joven solo leyó lo que su defendido escribió íntegramente.

De nada sirvió. Una minoría votó por condenarlo a muerte, pero se optó por ocho años de cárcel y posterior destie­rro.

Mientras tanto, en nuestra provincia se decidió fusilar a Arredondo, pero el fallo no pudo ser cumplido porque ya estaba fuera del país. ¿Cómo? Bueno, aparentemente fue el mismo Roca quien posibilitó su fuga dada la amistad y el respeto que le profesaba.

Conocidos los veredictos el presidente Avellaneda intervino y el 25 de mayo de 1875 redujo las penas e indultó a cinco de los condena­dos, entre los que estaba Mitre. En cuanto a José Miguel Arredondo, regresó una vez fir­mes los indultos. Fue reincorporado al Ejército y participó junto a Roca de la Conquista del Desierto.

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