El día que El Guasón quiso ser presidente

"Son millones los cisnes nuevos que aún en la diáspora creen y piensan que el futuro no es el que promulgan los ausentes, los panqueques, las indiferentes a la odisea cotidiana de saber los precios y si se podrá comer y dormir hoy", sostiene Carlos Varela Álvarez en esta columna de opinión en la que utiliza analogías para analizar la coyuntura política.

Carlos Varela Álvarez

Como siempre la historia tiene distintos relatos, y en estas épocas líquidas muchos más. De ser cierto Argentina, país de numerosos ensayos, albergó un intento, aún no se sabe si el mismo se produjo, del conocido personaje de cómic llamado El Guasón ( en sus tierras originales "Joker") de la toma del poder. Como poco y nada ya se sabe sobre ese extraño país, el tema Guasón es una de las tantas historias que recorren el mundo sobre la nueva política y sus formas de poder.

El Guasón hizo ese intento en medio de un país destrozado desde el punto de vista institucional y devastado en materia económica, en una tierra de exiliados permanentes. Así como Argentina exportaba jugadores y técnicos de fútbol, lo mismo hacía con sus promesas juveniles, profesionales y trabajadores especializados; nutrió de manera gratuita muchos mercados laborales. Los aeropuertos se convirtieron en grandes valles de últimos abrazos y llantos familiares.

No hubo caso que a pesar de salir campeones en fútbol y hasta donde el noble equipo de Los Murciélagos trajo su copa, nada impidió el fenómeno del Guasón.

Primero se le conoció por su lenguaje directo y marginal, en algunos estudios de televisión y poco a poco mientras se desarrollaban escenas de la política local al estilo de aquella vieja película "la guerra de los Roses", El Guasón y sus entrevistadores ganaban rating y popularidad.

En el medio un presidente obsceno, un ñoqui como se lo denomina en el barrio, que gastaba en viáticos la despedida más cara del mundo.

Su segunda autoridad, en realidad la primera, sólo deshojaba incógnitas de quién la juzgaría. Ninguna otra cosa, como la pobreza descarada, el hambre que timbrea puertas y mesas, la inseguridad que mata como la corrupción, fueron jamás temas de su agenda. Por ello terció un viejo alquimista y creador de los célebres panqueques de Tigre hoy ya marca registrada. Se entiende entonces porque el tango es sólo argentino y lo demás sólo burdas imitaciones. En ese fango local la traición y la conversión son valores altos en detrimento de las convicciones. La fe es sólo la expectativa en la llegada al poder y salvarse.

Así las cosas mientras se entretenían en sus discursos y quien mandaba el mejor tuit, El Guasón se impuso con sus gestos y herramientas; el insulto, la descalificación, y el mesianismo a manos de una motosierra. El espectáculo dantesco de una nueva Argentina sobre la base de la demolición institucional hacia recordar aquellas escenas de la saga Mad Max cuando su jefe repartía agua desde lo alto, ese bien esencial a los siervos que se mataban por llenar su jarro. Mañana será otro día.

Argentina perdió su norte y su valía a pesar de sus suelos y sueños en manos de personajes tan poco novedosos como negativos. Con ropas y peinados nuevos, con rabias impostadas y discursos fáciles, aun así son distinguibles de viejos fracasos; como Beppe Grillo en Italia y Abdalá Bucaram en Ecuador por nombrar algunos, aunque otros quieran compararlos con Jair Bolsonaro y Donald Trump (que también lo son).

El Guasón era la mayor distracción del momento, juguete favorito de medios de comunicación y redes, también de quienes financian sus diatribas y esconden su mano y de millones de personas que estafadas por las corbatas y celulares oficiales gratis ya nada tienen que ofrecer más que su sonrisa estándar de candidato de la poca magia que queda.

Hay, sin embargo, en esta situación algo novedoso que todos olvidamos y es la naturaleza de sus habitantes nativos antes las crisis. Si hay un país incierto, que sorprende tanto por sus pocos éxitos como por sus innumerables fracasos es precisamente Argentina.

Porque a pesar de su partidocracia y de estos nuevos ensayos, este país, al menos mientras éstos duermen, se las ingenia para levantarse todos los días y darle pelea al destino trágico y la mala suerte.

Son millones los cisnes nuevos que aún en la diáspora creen y piensan que el futuro no es el que promulgan los ausentes, los panqueques, las indiferentes a la odisea cotidiana de saber los precios y si se podrá comer y dormir hoy.

A pesar del Guasón que nada en el caos como el mejor, esos cisnes son la mejor alarma que pueden dar un mensaje que sólo en democracia y profunda por cierto, las desigualdades y todos sus consecuencias, pueden ser revertidas y que vivir en las diferencias no es lo mismo que el mundo de un solo color, una sola idea y una sola motosierra.

La invitación es clara y con fecha de caducidad; despiértate y anda, son tus sueños los que están en riesgo.

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