¿Educar es adoctrinar? Distinciones posibles

Isabel Bohorquez se mete en esta nota con el adoctrinamiento en las escuelas, que el Gobierno pretende prohibir por ley.

Isabel Bohorquez


La reacción del gobierno nacional ante hechos como el ocurrido en el último acto de conmemoración del 2 de abril, Día del Veterano y de los Caídos en la guerra de Malvinas -en el cual una docente dio un discurso que claramente no tuvo en cuenta a los veteranos allí presentes y, por ende, resultó ofensivo- ha desatado una polémica que entiendo que es absolutamente necesaria.

Podemos estar de acuerdo o no en penalizar o en discutir la modificación de los artículos 11 y 126 de la ley de Educación vigente N° 26206.

Hasta donde yo entiendo la situación, eso no agota en lo más mínimo el debate que nos debemos como sociedad en cuanto a qué estamos planteándonos respecto a la educación que procuramos para nuestras generaciones más jóvenes y por la cual, están siendo principalmente los padres, los que están expresando sus preocupaciones con relación tanto a los resultados obtenidos como a determinadas circunstancias de adoctrinamiento en las escuelas argentinas.

Parece que Milei tiene por costumbre detonar algunos temas...espero que ese revuelo traiga la posibilidad genuina de sacar a la luz y empezar a discutir en las comunidades educativas sin miedo y sin censura, contenidos curriculares, así como métodos pedagógicos que se han instalado sin dar lugar a un verdadero consenso educativo y social.

Como respuesta a ello, por estos días he leído y escuchado comentarios en los medios que parecen diluir la frontera entre adoctrinar y educar en aras de argumentar que siempre se inculca algo. O considerando a la educación formal como una inevitable vía de adoctrinamiento.

También he escuchado voces airadas en defensa de la educación pública como si ésta fuese un accionar institucionalizado fuera de toda discusión y crítica, así como un bastión de verdades incuestionables.

Ni atacar ni defender. Menos a ciegas. Se trata de alentarnos a debatir, todos sin excepción, hacia dónde va la educación argentina y si ese rumbo es el que pretende la mayoría de la sociedad.

Hace muchos años enseñé Historia de la Educación Argentina y Latinoamericana. Siempre me gustó la Historia y especialmente esta historiografía de lo educativo tan apasionante, al menos para mí, que lo primero que me enseñó es que no existe neutralidad posible frente a los acontecimientos humanos y los propósitos por los cuales las sociedades toman el rumbo que toman y pretenden trasmitir a las generaciones más jóvenes ese rumbo.

Todo hecho educativo está impregnado de intencionalidad y aloja una visión del mundo y una valoración ética del mismo; y por lo tanto también, una mirada social y política. Esta sociedad que estamos siendo es el fruto de esa visión y de esas posiciones éticas frente a las circunstancias que afrontamos.

Con esto digo e insisto, no hay ningún acto educativo que sea neutro. O no debería pretender serlo.

Pero, ¿eso es lo mismo que adoctrinar? No, claro que no. Y es importante hacer algunas consideraciones para poder discernir la diferencia.

"La escuela es un invento reciente, tan reciente que cuenta apenas con más de dos siglos. Ello significa, en términos esquemáticos, que las prácticas dispersas en la sociedad hasta el siglo XVIII van reagrupándose y organizándose en un ámbito institucional que conocemos hoy como escuela y que en la actualidad se expresan por medio de la organización de los sistemas educativos modernos. (...) Los modos históricos de constitución de la escolaridad están atravesados por una serie de complejos procesos que agrupan y enlazan múltiples manifestaciones y acontecimientos de diverso orden: político, económico, religioso y social. Es decir, la escuela aparece como respuesta posible, peculiar y progresivamente dominante frente al surgimiento de la necesidad de brindar solución viable a nuevas visibilidades; en particular, el control de la población y la urgencia de garantizar su gobernabilidad".[1]

La pretensión de neutralidad-vuelvo a insistir- atravesando las prácticas áulicas, sus contenidos, sus rutinas y sus símbolos, esconde una tergiversación de la institución escolar como tal o una idealización quizá, respecto a que las escuelas sean el ámbito de trasmisión de la ciencia y de la cultura instituida así como las herramientas de acceso indispensables para todo ello, sin que eso signifique tomar partido por diferentes posiciones frente a una concepción de mundo y el conjunto de creencias que están a la base de cualquier perspectiva, venga de donde venga.

En la escuela se enseña un modo de concebir la vida, nos demos cuenta o no.

Eso, ¿es adoctrinar? Entiendo que no.

Y aclaro, no quiero centrar aquí la discusión en la etimología de la palabra adoctrinar (ir hacia una doctrina, conducir a una doctrina) y sus vinculaciones con el significado de enseñar o inculcar porque ya he intentado sentar la base de una primera afirmación: no hay neutralidad posible, por lo tanto, siempre inculcaremos algo que tiene una mirada, una posición y que, desde allí, se defiende y se cuestiona, se interroga y también se acusa.

Entonces, ¿qué entiendo por adoctrinar a diferencia de educar?

"(...) la condición necesaria del adoctrinamiento es cerrar la posibilidad de la duda, negar la libertad de pensamiento y sustituir la argumentación y el diálogo por la confianza en quien adoctrina, sustituir el pensamiento propio por la fe emocionada. El adoctrinado renuncia a pensar por su cuenta, renuncia a su condición humana y sustituye la razón por la literalidad de la doctrina y la fe en razón del origen. Este es el diagnóstico que Hannah Arendt hizo de Eichmann. Someterse al adoctrinamiento es un modo de falacia ad homine: es verdad no en razón de lo que afirma, sino en razón de su origen. (Sánchez Ramón, 2018, p. 1)".[2]

Y agrego, esa falacia no es inocente ni fruto de un descuido. Todo adoctrinamiento tiene un fin específico y una modalidad sistemática. Es una falsedad orquestada y revestida de verdad para parecer incuestionable. Se sirve de omisiones y repudia todo argumento que la cuestione.

Estos últimos años hemos vivido un proceso de adoctrinamiento en las instituciones educativa que tuvo por finalidad prioritaria enaltecer el gobierno de los Kirchner y proponerlos como el modelo de crecimiento e inclusión social.

En el fondo, se trató de inculcar de una manera engañosa y sesgada que ese modelo y ningún otro era el realmente patriótico y popular y, ellos sus protagonistas irremplazables.

Un ejemplo constatable de esto: los manuales de nivel secundario, así como los de régimen para adultos, desarrollaron una mirada que prácticamente borró a Alfonsín de la historia reciente y su papel en la recuperación de la vida democrática, enaltecieron a Cámpora, negaron a figuras prominentes de la historia argentina como Alberdi o Roca, armando un relato donde las ausencias y los énfasis se direccionan a un único desenlace: el relato épico kirchnerista.

Plantearon el último gran período de la dictadura militar junto con los gobiernos neo liberales, corruptos y vende patria de la década de los 90 como un solo bloque que culminó en el año 2003 con el gobierno de Néstor Kirchner y lo que llamarían el inicio de la década ganada. Esa partidización es una distorsión no solo de los hechos históricos sino también de la propia naturaleza política de la educación.

Me recuerda a un ejemplo citado por Mariano Narodowski sobre catecismos políticos (concepto que también emplea Gregorio Weinberg[3]): "A los más firmes adherentes a la monarquía les preocupaba que no hubiera en la población una sumisión absoluta al monarca. De allí que se comenzaran a producir catecismos políticos para ser utilizados en las escuelas de modo de inculcar los correctos sentimientos de lealtad. (...) Las preguntas y respuestas incluían: ¿El rey está sujeto al pueblo? No, que esto sería sujetar la cabeza a los pies".[4]

Esto es lo que hay que animarse a discutir.

Este sofisticado "catecismo político kirchnerista" que abolió groseramente las partes de la historia argentina a su conveniencia, que envolvió en un manto de heroísmo santificado los movimientos revolucionarios de Montoneros y ERP para afirmar que los únicos crímenes cometidos fueron por parte de los militares (Alfonsín había enjuiciado y condenado tanto a unos como a otros, que fueran responsables de actos de violencia, de asesinatos, torturas y atentados) y que se erigieron en los abanderados de la Verdad, la Memoria y la Justicia (siendo además que ellos nunca abrazaron las ideas montoneras ni del ERP, menos aún el peronismo histórico que los combatió incluso con las armas. Es más, se combatieron entre sí, pues tanto los Montoneros como el ERP quisieron derrocar al último gobierno de Perón e Isabel Perón). Y para completar, apelaron a cautivar en su relato a todos los sectores considerados minorías que pudieran verse integrados en esta nueva doctrina: la versión partidizada y monopolizada por los Kirchner de los derechos humanos. ¿Quién podría contra semejante catecismo político?

Un catecismo así, requiere de una fuerte estrategia de adoctrinamiento. Y las instituciones educativas se volvieron un lugar propicio para ello.

Discutamos esto.

Discutamos para dar lugar a los hechos históricos con mayor ecuanimidad y que la Verdad, la Memoria y la Justicia no sean solamente una bandera apropiada por algunos.

Discutamos de qué modo podemos integrar tantas partes desperdigadas de un país que viene sangrando por heridas que nunca van a cerrar mientras sean herramientas de manipulación y de consolidación de un grupo partidario.

Discutamos y propongamos de qué manera pueden las instituciones educativas dar lugar al disenso y a la discusión verdaderamente democrática, aquella que tolera que se piense distinto. Y que encuentre virtudes y defectos en todos los modelos y los movimientos políticos, sociales y económicos. Ya que tanto modelos como movimientos no son ni ángeles ni demonios y somos las sociedades las que hacemos que las cosas nos sucedan para bien o para mal.

Discutamos qué hacer con los manuales y con todo ese acervo curricular que durante años predicó el catecismo político kirchnerista sin caer en las improntas indeseables que nos llevarían a estar parados en el mismo lugar que reprochamos.

Y en las escuelas eduquemos sobre la base del libre albedrío y la conciencia ética. Sin domesticar mentes. Sin obturar la capacidad reflexiva y moral. Sin adueñarnos de la crianza que le sigue correspondiendo a la familia y no al Estado.

Tenemos tanto para enseñar....

Enseñemos a leer y a escribir, a sumar y a restar, cálculo y problemas, ciencias y arte, nuestros ríos y llanuras, nuestro norte y nuestro sur, nuestro oeste y nuestro este, nuestros animales y nuestras plantas, a amar y cuidar la naturaleza, la vida misma, nuestra historia sin tapujos y sin recortes, nuestro presente y nuestro futuro como ciudadanos, a trabajar juntos, a desarrollar habilidades manuales juntos, a estudiar juntos, a pensar juntos, a debatir con tolerancia y con respeto, a valorar la convivencia pacífica y a reconocer la diferencia...Enseñemos a soñar y a habitar un presente y un futuro con todos nuestros talentos y potencialidades, enseñemos a no necesitar de líderes mayúsculos sino a ser gente luchadora y esforzada, forjada en la determinación y el protagonismo.

Eduquemos con tiza, con barro y con inteligencia artificial, con lo que tengamos a mano y con lo que podamos.

Eduquemos con amor y con paciencia, con el corazón abierto a cada uno de nuestros estudiantes porque cada biografía es única e irrepetible.

Eduquemos.



[1] Martínez Boom, Alberto y Narodowski, Mariano (compiladores) Escuela, historia y poder. Miradas desde América Latina. Ediciones Novedades Educativas, Buenos Aires, 1997, págs.7-8

[2] Agustín de la Herrán Gascón, Iván Fortunato, Nivia T. Álvarez Aguilar, Educación y adoctrinamiento: una mirada desde la educación radical e inclusiva, https://www.scielo.br/j/pp/a/dHqWsJqqsJbxTSMwdXWsgwK/?format=pdf&lang=es

[3] Weinberg Gregorio, Modelos educativos en la historia de América Latina, AZ editora, Unesco-Cepal-PNUD, 1995

[4] [4] Martínez Boom, Alberto y Narodowski, Mariano (compiladores) Escuela, historia y poder. Miradas desde América Latina. Ediciones Novedades Educativas, Buenos Aires, 1997, pág.34.

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