El equilibrio necesario ante la desmesura y el odio

La historia, cargada de contrapuntos. Jorge López Reynaudo escribe aquí: "Vemos cómo la desmesura de las posturas políticas antagónicas, opuestas o distintas, constituyen una amenaza a la razón, a la convivencia y a la paz social, habiendo sumido a la República en una crisis de sociabilidad e institucionalidad sin precedentes".

Jorge López Reynaudo

Hace más de diez años, Tzvetan Todorov, el lingüista y filósofo, de nacionalidad búlgara-francesa, en un artículo en el "El País", de España el 07/12/2.010, titulado "Un Viaje a la Argentina" señalaba que: "La Historia no se hace con un objetivo político, sino con la verdad y la justicia como únicos imperativos. Aspira a la objetividad y establece los hechos con precisión; para los juicios que formula, se basa en la intersubjetividad, en otras palabras, intenta tener en cuenta la pluralidad de puntos de vista que se expresan en el seno de una sociedad. La Historia nos ayuda a salir de la ilusión maniquea en la que a menudo nos encierra la memoria: la división de la humanidad en dos compartimentos estancos, buenos y malos, víctimas y verdugos, inocentes y culpables".

La Argentina, desde su génesis, se ha caracterizado por militar entre los países que hacen de los opuestos su razón de ser, el núcleo de su existencia, en una expresión pasional, irracional que ante la persistencia del fenómeno, parece someterla in aeternum a vivir sin posibilidad de superar, de lograr trascender esa dualidad enfermiza, en donde en palabras del pensador citado, aparecen infranqueables los compartimentos entre "buenos y malos, víctimas y verdugos, inocentes o culpables".

Ya en aquel 25 de mayo de 1.810, era notable la división en la "Primera Junta", entre "Morenistas y el Savedristas". Pocos meses después, los opuestos se evidenciarían en la "Junta Grande" entre "Porteños y Provincianos". En la "Asamblea del XIII", con menos virulencia pero lejos de desaparecer, también habrían de enfrentarse "progresistas y reaccionarios". Ya en el "Congreso de Tucumán", los opuestos los protagonizarán los "Quicos o Norteños", retardatarios y pro godos, contra los "Independentistas", y para abundar, entre éstos, en los términos de "republicanos o monárquicos". Verán que hablamos de los seis primeros años a partir del parto de lo que debiera ser la nacionalidad de los argentinos.

Ahora bien, lejos que el paso de los años serenara a esta mar de pasiones, habría de ceñirse sobre el nuevo estado nuevas borrascas, que con matices y denominaciones diversas, lo han condenado a permanecer en una especie de conflicto permanente, que paraliza, confunde, destruye e impide que pueda plasmarse el ideario de Mayo, y el que los Padres de la Patria, Masones en mayoría, diseñaran en ese "pacto de convivencia" que resultó la Constitución de 1.853/1.860, gestada luego de años de sangre, como un instrumento de paz social, contenedora de las libertades y garantías y auspiciadora del "bienestar general", que increíblemente y luego de más de 161 años, lejos estamos de lograr.

Unitarios y Federales, anarquía, guerras civiles, Confederación contra el Estado de Buenos Aires, partidarios de la federalización de la ciudad de Buenos Aires y opositores a la misma; partidarios y enemigos de la Guerra de la Triple Alianza, Alsinistas y Mitristas; Roquistas contra Tejedoristas y una interminable serie de enfrentamientos, en el siglo XIX, que como ocurriera con la Revolución del Parque de 1.890, dejaron más víctimas (3.000) que la Guerra de Malvinas.

No iba a ser menos el siglo siguiente. Socialistas versus Radicales, éstos contra Conservadores, Anarquistas contra todos, luego Peronistas y Radicales, todo matizado por el drama de los Golpes de Estado del Partido Militar con la alianza de la Iglesia y en ocasiones con la de los sectores más reaccionarios del Sindicalismo. Así, 1.930, 1.943, 1.955, 1.958, 1.966 y la negra noche de la dictadura iniciada el 24 de Marzo de 1.976, epílogo de los miles de muertos provocados por la subversión y los genocidas, tanto civiles (Triple A) como militares, en el escenario del "terrorismo de estado". Miles de víctimas a los que lloran también millares de compatriotas, generados por estos "buenos y malos", "víctimas y verdugos". "inocentes y culpables".

La pereza mental, la ignorancia o una combinación entre ambas, tentaron a sus detentadores a imaginar que calendario en mano, con el inicio del tercer milenio, se generaría un cambio de actitud colectiva en el país, una paz y una sociabilidad basada en la armonía y la concordia. Lo acontecido, los hechos, como no podía ser de otra manera, dieron por tierra con tales infundadas ilusiones. Es que la temeridad de estos optimistas sempiternos, no permite advertir que inteligencia y juicio crítico no siempre van de la mano, al igual que legitimidad e idoneidad no conforman yunta.

Lo cierto es que los argentinos aparecen como incapaces de entender que posiciones en principio antagónicas, pueden cada una de ellas ser portadoras de parte de la verdad. Y que sólo los dogmas religiosos y políticos, en su extravío, suelen eliminar totalmente la verdad de la posición contraria. Vemos entonces cómo la desmesura de las posturas políticas antagónicas, opuestas o distintas, constituyen una amenaza a la razón, a la convivencia y a la paz social, habiendo sumido a la República en una crisis de sociabilidad e institucionalidad sin precedentes, donde parece que la objetividad y el buen juicio han sucumbido ante militancias y activismos ajenos a toda idea de unión fraterna entre los argentinos.

Especial visibilidad han adquiridos estas antinomias a partir de la irrupción de esta trágica pandemia del covid-19. Pareciera que la aflictiva situación provocada por los miles de argentinos contagiados y por un número escalofriante de fallecidos; por la escasez de vacunas; por el avance de la "segunda ola"; por el colapso del sistema sanitario y por la prolongación de la misma. Pareciera decíamos, que las circunstancias no son suficientes a efecto para mitigar o disminuir las agresiones y agravios entre los dirigentes políticos argentinos, que en los sillones provistos por sus cargos, gozando de sueldos rayanos en lo obsceno, propician unos el cierre y las restricciones sine díe y los otros, que compartiendo análogas poltrona y emolumentos, niegan o relativizan a extremos vergonzantes la letalidad y peligrosidad del virus, propiciando aperturas indiscriminadas o escasamente controladas. Todo en desmedro de las garantías, libertades y necesidades económicas, educativas y sociales del pueblo argentino, imposibilitado de imponer a estos fanáticos, que actúan a modo de energúmenos, una porción mínima de juicio crítico, en procura de rescatar de ambas posiciones sus verdades y así lograr arribar a medidas que, como en el mundo civilizado, han logrado armonizar cuidados con actividades. En síntesis, una nación agredida por la falta de sensatez de su clase dirigente, embargada de un "odio" irracional, al que hace días señalaba José Alberto Mugica, expresidente uruguayo, como el causante de los grandes males de la República.

La Orden, esencialmente predicadora de paz social, de unión, fraternidad y tolerancia, en esa "metáfora constructiva" que constituye su esencia, objeto y razón de ser, tiene en la hora y desde su modesto lugar, la obligación de trabajar en pos de esos objetivos y del equilibrio indispensable para salir de la prisión de los desencuentros. Cada H desde su lugar en el seno de la sociedad, sin desfallecer y evocando la figura de nuestros predecesores, muchos de los cuales, tanto en Mayo de 1.810, como en Julio de 1.816 y en 1.853, contribuyeron a diseñar un modelo de Nación que desafortunadamente muy lejos se encuentra aún de haber enancado en tales lineamientos.

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