El ajedrez mundial de la pandemia
Escribe Adriano Spedaletti, titular de Derecho Público Argentino y de la Integración de la Universidad de Mendoza, Director del Centro de Estudios de Integración Regional UM, Miembro del Centro de Estudios de Relaciones Internacionales e Integración de la UNCuyo (CERIDI).
Cuando ya transitábamos momentos que se percibía en el mundo una embrionaria "dinámica de la desintegración", alimentada por la aparición y deficiente gestión de complejos problemas globales, hizo su entrada en el escenario mundial la alarmante emergencia sanitaria que trajo la covid-19, virus que vino rápidamente a reconfigurar estructuras y reglas en todo el planeta. La situación extraordinaria que estamos viviendo, obligan a la comunidad internacional a formularse varios interrogantes. ¿Estamos ante el fin de la globalización? ¿Los Estados se reconfiguran, o simplemente confirman viejas fórmulas? ¿Qué papel están jugando las organizaciones internacionales y de integración? En un tiempo en que las instituciones y democracias se muestran vulnerables, las reglas de juego deben adaptarse a los efectos de gestionar mejor los riesgos globales. Pero esas reglas a las que hacemos mención, ¿realmente cambiaron en algunos Estados o en realidad la pandemia llegó para reafirmar determinadas formas ya instaladas en ellos?
En todos los niveles de poder se ve desorientación, existe un estado de confusión reinante por parte de la clase dirigente, que se hace evidente con un sinfín de marchas y contramarchas. El nuevo flagelo sanitario, vino a dejar expuestos a gobiernos, organismos internacionales, bloques de integración, a los organismos multilaterales, pero también.
De la manera en que los Estados están actuando frente al virus nos va entregando señales. Existen aquellos que cierran fronteras, existen aquellos que dictan cuarentenas obligatorias, existen aquellos que para sus cuarentenas apelan a la responsabilidad ciudadana, existen aquellos que paran de una manera total la economía, otros prefieren mantenerla activa, y existen otros que acuden al "big data". Este último punto es por demás interesante. Los Estados asiáticos van a la cabeza de la profundización de la utilización de datos como herramienta de prevención y control del virus; nada nuevo bajo el sol. La clave es como se entiende la protección de datos, la denominada esfera de privacidad. En un brillante análisis Byung-Chul Han nos resume lo motivos de lo que aquí se menciona: Estados asiáticos como Japón, Corea, China, Hong Kong, Taiwán o Singapur tienen una mentalidad autoritaria, que les viene de su tradición cultural (confucianismo). Las personas son menos renuentes y más obedientes que en Europa o Latinoamérica. La conciencia crítica ante la vigilancia digital es en Asia prácticamente inexistente. Apenas se habla ya de protección de datos, incluso en Estados liberales como Japón y Corea. Nadie se enoja por el frenesí de las autoridades para recopilar datos. En China es posible esta vigilancia social porque se produce un irrestricto intercambio de datos entre los proveedores de Internet y de telefonía móvil y las autoridades. Prácticamente no existe la protección de datos. En el vocabulario de los chinos no aparece el término "esfera privada"." Lo que hace el filósofo coreano, no es más que confirmar que la vigilancia a través de tecnología, útil por ahora respecto a la pandemia, no sorprende a aquellos que están acostumbrados a ser vigilados. Pueblos más "obedientes" por razones histórico-culturales son más propensos a seguir las reglas impuestas; pero tampoco falta el brazo duro del gendarme para sancionar a aquellos que pretendan desviarse del camino marcado por el Estado.
¿Cómo se están comportando los Estados latinoamericanos?
El cuadro en Latinoamérica se presenta con escasa coordinación por parte de organismos regionales, con estrategias unilaterales por parte de cada Estado, lo que nos indica que en Latinoamérica los Estados son el sujeto de Derecho Internacional que toma las decisiones, cosa que nunca dejó de ser así, por lo cual no hay sorpresa en esto. En general, cierre de fronteras, cuarentenas obligatorias, y economías paralizadas. Lo que hizo el virus fue simplemente generarle una herida de muerte a unas economías que ya se encontraban en muy mal estado. Con un condimento extra preocupante, el alto índice de economía informal, muchos trabajadores en el sector informal serán invisibles ante las agencias de gobierno.
Ante este estado situación, la mayoría de los Estados latinoamericanos seguramente apostarán por una "estrategia de cooperación por instinto de supervivencia", por necesidad, porque simplemente no tendrán muchas alternativas. Sin embargo, eso no implica que se discuta en el marco de procesos regionales, Argentina ya está dando muestra de ello, por la sola razón de que los líderes de la región no lo entienden prioritario en ese ámbito. Dicha cooperación, por ahora, se está dando de manera bilateral. El riesgo, será otro viejo conocido en la región, que algunos líderes embriagados por la concentración de poder confundan autoridad con autoritarismo, y se descuide la república y la ley. Los grandes relatos de batallas épicas contra este nuevo enemigo no hacen más que alimentar la preocupante concentración cuasi monárquica de poder. Por otro parte, en el caso latinoamericano, no es necesaria una pandemia para cometer vicios, lo que hace la misma es sembrar el caldo de cultivo para justificarlos.
¿Fin de la globalización?
Una encuesta de YouGov para la alianza de medios LENA, publicada por el diario El País, revela que el 43% de los encuestados cree que la globalización debe disminuir (frente a sólo el 15% que pide que se aumente) para evitar otra epidemia de estas dimensiones, pero que la UE debe actuar más cohesionada (59%, frente a un 20% más nacionalista). La encuesta se realizó en plena pandemia, entre el 24 y el 30 de marzo, en Francia, Alemania, Italia, Polonia, Suiza, Bélgica, el Reino Unido, España y Estados Unidos.
Ulrich Beck, enseñaba hace ya algunos años que "paradójicamente se responde a la globalización con la renacionalización". Pero sin embargo, los números nos indican que se da una nueva paradoja. ¿Menos globalización pero "más Europa"? ¿Menos globalización pero más interconexión? Lo cierto es que esta crisis recién está comenzando y los nuevos caminos recién se están transitando. Para seguir agregando condimentos a la confusión, la amenaza global de la covid-19, da lugar a la solidaridad "global", así como también existe riego latente de aumento de xenofobia y discriminación alimentada por el pánico. Sin lugar a dudas, los aspectos más profundos de la raza humana aflorarán, para bien y para mal.
Entonces, están quienes creen que estamos ante el fin del capitalismo, como Žižek, quien considera que el coronavirus "es un golpe al capitalismo al estilo de ‘Kill Bill". Lo cual es exagerado, hay cuestiones que no se pueden detener, difícilmente se detenga el mercado y la globalización. Todo se mueve, todo cambia: los hombres, los objetos, las músicas, las imágenes, las ideas, como señala Sorman. Tal vez hoy, sí nos enfrentemos a épocas nuevas de ciertas restricciones, restricciones por temor a lo incierto, lo cual no implica desaparición de un sistema, sino reconfiguración. La exhibición de soberanía reinante no ha servido de nada, inclusive para las grandes potencias, como afirma Kissinguer; "Ningún país, ni siquiera Estados Unidos, puede en un esfuerzo puramente nacional superar el virus."
En definitiva, la emergencia sanitaria que se está atravesando, será sin lugar a dudas una bisagra en la historia de la humanidad, una oportunidad para reformularse las preguntas fundamentales. Los valores y los principios de la humanidad se verán puesto a prueba, el mundo se muestra más incierto, pero ello no debe esgrimirse como pretexto para perder valores democráticos y republicanos fundamentales. La situación de desastre implica un aumento de cooperación, pero también aumento de tensión. Los Estados ocuparán, por lo pronto, el rol estelar, ya que se han mostrado como "refugio" para los ciudadanos ante el temor a lo desconocido. Naciones Unidas ha reflejado su verdadera cara, ya no sólo ineficaz, sino inexistente. Los procesos de integración tienen una oportunidad para repensarse. La globalización sufrirá embates, a pesar de ello, peleará por seguir vigente, ya que la propia ciudadanía entenderá que será la globalización quien a través de la fluida interconexión entregará al mundo el tratamiento o vacuna.