Los disfraces de la política en el Estado: por menos áreas de "qué lindo sería que..."

La crisis de recursos es el mejor momento para reorganizar y redistribuir. El Estado tiene que prestar servicios concretos y solucionar problemas, por más que muchos crean que es el motor de la militancia política o una "bolsa de trabajo". Qué sacar, qué redirigir, qué poner en valor: abrimos un debate y no queremos imponer nada.

Memo

En tiempos de crisis se valora más a los que hacen funcionar las cosas desde el Estado. Sucede exactamente todo lo contrario con los que se evidencian como insustanciales.  

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En el afán simplificador de quien no le presta demasiado atención a las cosas porque está dedicado a tratar de sobrevivir, el ciudadano promedio, culpa al boleo a "la política" y, de allí, a la democracia y sus sistemas de equilibrios y representaciones. Con ello dañan justo al sector que menos culpa tiene, probablemente, y se olvidan (o desconocen) la profundidad que representa la verdadera cordillera de recursos que se lleva mucha otra gente que aparece como "necesaria" en verdaderos batallones de asesores y empleados en función de modas coyunturas o debates que se dan en la prensa.

Entonces, es bueno preguntarse a la hora de hablar de los trabajadores del Estado, que en Mendoza son más de 100 mil y en el país cerca de 4 millones

- ¿Ese personal fue puesto allí para hacer funcionar eficazmente los servicios fundamentales Estado a la gente, para el crecimiento de los partidos que les dieron el puesto o bien para cumplirles el sueño a sectores o temáticas que se impongan en la agenda pública como una especie de "moda"?

En cuanto al uso del tiempo que paga el Estado a mucha gente: 

- ¿No habría acaso que descontarles el utilizado para desarrollar actividades partidarias, sindicales y afines a los los funcionarios y legisladores que están bajo salario full time del Estado?

Con respecto al abuso de organismos, entes, direcciones, coordinaciones que han ido acumulándose para asumir supuestas misiones de cambiar a la sociedad en cosas en las que no consiguen ningún cambio

- ¿No habría que dar una gran señal a la sociedad, eliminando las áreas de "Qué lindo que sería qué...", que poseen dependencias, empleados a costa del erario público, personal y recursos para el cumplimiento de sus sueños, que se superponen con áreas o tareas similares de otras áreas, o que podrían solucionarse con campañas masivas (en la era de las comunicaciones) de "Qué lindo que sería qué...", en lugar de sumarse a las "capas geológicas" de personal estatal?

Hay mucho de todo esto de lo que hablamos antes. Todos quieren que el Estado se meta en lo que se tiene que meter y qué de resultados concretos, que se sienta en la piel, que tengamos ganas de agradecerles y felicitarlos. Pero está claro que no lo consigue con el ejercicio de la inercia como política.

Entonces, la gente que no aprueba ser parte de la estructura estatal o que no ha conseguido sumarse al Estado y tener cada fin de mes depositado sus haberes, trabaje o no, sea eficaz o no, sea imprescindible o no, no se rinde y sigue generando sus recursos desde afuera de ese gran monstruo que, finalmente, es el meridiano de todo lo que sucede en el país.

Esa gente que está "en el afuera", mira azorada cómo el despilfarro se impone y qué disfraces se calzan para continuar con una fiesta de recursos que le es ajena al resto, pero que todos deben pagar.

Tal vez sea el momento de tratar con más respeto a las minorías o sectores a las que se identifica como objetivo de promoción y, en vez de crearles un ministerio, una secretaría, subsecretaría, dirección o cualquier otra estructura para darle a una persona o grupo que se identifique con el tema (y acallar, en cierto modo, su reclamo con un cargo) generar que toda la gestión pública les considere, transversalmente y con resultados que se puedan medir

Menos estructura y más hechos. Nada garantiza que un área de "Juventud" beneficie a más jóvenes que los que consiguieron el conchabo. Mejor, políticas para jóvenes. Mejor, funcionarios jóvenes en las áreas centrales y no es una especie de "ghetto" que pagamos todos. Y así con todos: mujeres, diversidad, discriminación y todo lo que falsamente se ofrece como respuesta a una demanda y todos ya sabemos que no terminan siéndolo.

Las crisis asustan, pero no son malas: sirven para repensar, reordenar, volver a distribuir los naipes en el juego de la administración. Siempre, pensando en más inclusión real y no solo declamada. Más respuestas concretas que simbólicas. En síntesis, menos biribiri que redunde en una mejor calidad de vida.


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