Mauricio Llaver: "Cuando viajo, es como que se me despierta el alma, se me multiplican los sentidos"

El periodista Mauricio Llaver cuenta en qué cree que radica la potencia detectada por sus lectores en el último libro de su autoría: "Has tenido lo tuyo".

Periodista y escritor, autor de una docena de libros de ensayo y literatura. En Twitter: @ConteGabriel

Hay muchas razones por las que las personas escriben libros. Están los que se dedican solo a eso y han llegado hasta a enfermarse cuando tenían que abordar el desenlace, como me le contó al autor de esta nota el mismísimo José Donoso, el gran escritor chileno hace más de 30 años, cuando charlamos en una Feria del Libro que se hizo en el costado sur de la Terminal de Ómnibus, en Guaymallén. 

Hay otros que sencillamente lo tienen como un objetivo para cerrar la trilogía -mandato de "tener un hijo, plantar un árbol y escribir un libro", volando allí lo que sea: experiencias y anécdotas personales, conocimientos sobre un tema, poemas o anotaciones.

Están los que quieren ser escritores y ser considerados tales; los que escriben libros que no lee nadie (me podría sumar a esta lista claramente) o los que lo ven como el fin de su carrera, cualquiera sea ella.

Leé un capítulo de "Has tenido lo tuyo", de Mauricio Llaver

Es cierto que también están los que han estudiado Literatura y saben tanto, tanto, que después no se animan a desafiar al canon, a escribir lo propio, inundados como están de conocimientos y miedos a mirarse en su propio espejo.

Hay más casos.

Pero está Mauricio Llaver, que cuenta crónicas y que en su último libro se hace preguntas que también responde. A veces, inclusive, en forma negativa a lo que se autoconsulta. Y es enorme el estilo: provoca, genera evocaciones y transmite conocimientos.

Hablamos con él, después de tantos otros libros, sobre el último.

Mauricio Llaver: "Cuando viajo, es como que se me despierta el alma, se me multiplican los sentidos"

- Confieso que cuando vi el título de tu último libro ("Has tenido lo tuyo"), sentí un temor interno que después hablamos personalmente: que fuera una especie de despedida, que te estuviera pasando algo. ¿Por qué ese título?

- El disparador del libro fue un análisis clínico de rutina en el que apareció un dato preocupante, que al final, por suerte, no fue nada. Pero al susto me lo pegué, y como consecuencia hice una especie de balance y me di cuenta de que, ante la eventualidad de morirme, no tenía grandes deudas conmigo mismo. Quería ser periodista, y lo soy. Quería viajar, y viajo. Me gusta el vino, y soy parte de ese mundo. Cuando era adolescente me enamoré de una chica hermosa, y es mi esposa desde hace más de treinta y cinco años. Tengo dos hijos y un nieto, de los cuales estoy muy orgulloso, y una casa con una buena biblioteca y una buena estufa a leña, en la que hago unos cuantos asados. Realmente no me ha quedado nada fundamental por hacer, así que el balance me dio positivo y lo reflejé en ese libro. Por lo demás, después de haberlo editado me siento mucho más tranquilo. Siento que ya cumplí con lo que quería decir, aunque eso sólo sea de importancia para muy pocas personas.

- Hay algo muy particular en la forma de escribirlo que no deja de sorprenderme y son las preguntas seguidas de respuestas, ambas hechas por la misma persona. Lo usás en tus análisis políticos de "Punto a punto" y también en el libro. ¿De dónde sacaste ese estilo que termina siendo muy potente?

- El libro no fue concebido en ese estilo. Lo empecé a escribir en prosa, de manera convencional, pero un día, sobre el final de un capítulo, se me ocurrió probar con el diálogo, y me gustó. Simplemente fue así, y no tengo idea de dónde salió. Después empecé a incorporar diálogos al final de cada capítulo y, en un momento, me di cuenta de que ya los empezaba a escribir directamente en ese formato. Debo confesar que ese estilo me sale con una sorprendente facilidad, tanto en el libro como en mi newsletter de Punto a Punto, así que es algo que me resulta muy cómodo y hasta divertido, porque me permite usar mucho la ironía. También puedo decir que, en "Has tenido lo tuyo", una vez que encontré el estilo definitivo tuve que reescribir aproximadamente un tercio del libro con el nuevo formato. Es decir: me salió fácil escribirlo así, pero me generó mucho trabajo de edición.

- En algún punto, cuando compartí el libro con amigos y familiares, dieron cuenta de una actitud esquizoide, sin ofender: digamos: la capacidad de desdoblarse y tener diálogos con uno mismo o con personas imaginarias, que pueden ser grandes autores del universo. Ya lo probó Rodolfo Braceli con sus entrevistas imaginarias. ¿Qué hay con eso?

- La verdad que no tengo una respuesta, y en cuanto a lo de la "actitud esquizoide" tendría que consultarle a un psicólogo, pero no me ofende para nada y tal vez sea real. Esa manera de escribir apareció así, de un momento para otro, y realmente me genera mucho placer y me permite abordar más fácilmente temas que son muy complejos. Mi experiencia periodística me dice que no hay que tener miedo a los formatos, y que, por el contrario, la experimentación es buena. El formato es nada más que un vehículo, y lo que importa en el fondo es el mensaje. Si escribir de esa manera me permite expresar mejor lo que quiero decir, entonces lo escribo así y se acabó el problema.

Cuando empecé a usar la forma del diálogo no era muy consciente de cuáles podían ser las influencias, pero después caí en que, en su momento, me habían impactado mucho el capítulo final de ‘Música para camaleones', de Truman Capote, y un libro que había leído pocos meses antes, ‘El enigma Spinoza', de Irvin. D. Yalom. Todos sabemos también que Platón puso por escrito a Sócrates en forma de diálogos, así que no creo haber inventado nada.

- Todos tus escritos -y no solo este libro- están atravesados por el "oficio" de periodista como matriz, pero en cada uno hay una vocación literaria. ¿Quiénes te influyeron para darle esa potencia comunicadora a textos que, de haber sido escritos por solamente un literato, tendrían que haber esperado décadas o siglos para llegar a la gente?

- Supongo que la influencia viene de todo lo que he leído en mi vida, que es mucho. Desde mi adolescencia, no he pasado ni un solo día sin estar leyendo algún libro, y a veces leo dos o tres al mismo tiempo. Lo que sí, y tal vez ahí haya alguna pista, mi forma de encarar la lectura es muy anárquica: nunca sé cuál es el próximo libro que voy a leer. Cuando estoy leyendo algo, siempre se abre alguna ventana nueva, y la curiosidad se multiplica. Con ‘Has tenido lo tuyo' muchos me han dicho precisamente eso: que el libro tiene una variedad muy grande de cuestiones y que, entre la escritura en diálogos y el orden que le doy a los temas -que tiene bastante de "no-orden"- hay un fondo bastante anárquico. Para mí eso es un elogio, porque la curiosidad siempre me ha llevado a querer saber más de muchas cosas. Y siempre he tratado de esquivar la ultra especialización en un solo tema, porque eso puede llevar a que se pierda el sentido de la proporción de las cosas. Siempre he tenido intereses múltiples, y he tratado de no dejar de lado a ninguno en beneficio de otro.

- Hay un dicho en el gremio periodístico que denota un arco de sentimientos que va desde la envidia (de la buena o de la mala) hasta la admiración: "Cuando sea grande quiero ser como Mauricio Llaver". Por tus viajes, fundamentalmente. ¿Cuántos viajes y por dónde has hecho y qué está primero, la investigación histórico cultural para luego ir al terreno, o la visita que abre curiosidades e impulsa a escribir?

- Los viajes para mí son muy importantes por una razón muy simple: cuando era chico, tenía un libro que se llamaba "Los niños del mundo", con ilustraciones y datos de cómo vivían esos niños, de cuáles eran sus costumbres, y yo me decía: "Cuando sea grande quiero conocer esos países". Diría que ese es el impulso inicial. Después, por suerte, mis padres eran viajeros, y en mi casa siempre se hablaba del próximo viaje con absoluta naturalidad, así como en otras casas se hablaba del próximo auto que se iban a comprar. Calculo que ese deseo también fue parte de mi vocación periodística, porque ahí se juntaban las dos cosas que más quería hacer en la vida, que eran escribir y viajar.

No sé cuántos países he visitado, pero han sido varias decenas. Cuando viajo, siempre leo mucho sobre los destinos a los que voy, y sigo leyendo sobre eso después de haber regresado. No hay nada más lindo que ver una película o una serie filmada en alguno de esos destinos y decir: ‘Yo estuve ahí'. Los viajes comienzan en el momento en que los empiezo a imaginar, y supongo que el recuerdo durará hasta que me muera. Cuando viajo, es como que se me despierta el alma, se me multiplican los sentidos, y me ocurren cosas asombrosas, como desarrollar una memoria fotográfica muy nítida para las cosas, algo que no me sucede ni por asomo en mi vida cotidiana. Puede perderme en varios lugares de Mendoza, pero no en una ciudad que esté visitando.

- Sabiendo ya que estas "memorias" son un legado de conocimiento que no pretendías llevarte a la tumba, ¿qué más hay para contar y escribir en el futuro?

- Nunca se sabe, pero supongo que las cosas no cambiarán demasiado. No creo que vaya a dejar de leer y escribir, de viajar, de tomar vinos, de hacer mis caminatas diarias y de juntarme con mis amigos. Los tres libros que he escrito salieron casi de un día para el otro, es como si hubieran estado apenas debajo de la superficie y en un momento apareció un disparador que me hizo sentarme a escribirlos. Estimo que me puede volver a pasar, pero no tengo manera de anticiparlo. Hasta entonces, si es que sucede, seguiré con la gran enseñanza que he tenido en la vida, que es algo indesmentible a pesar de ser un lugar común: las grandes preguntas de la existencia no tienen respuesta, y lo único seguro es lo concreto, el placer del momento, las alegrías profundas de los afectos y la copa de vino de esta noche.

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